Te doy mi carne Antes de mi carne para tu carne atravesaba las vías despreocupada yo era el accidente la mano blanca del hierro y el hospital el ácido de algunas horas que convino andar de puntillas los dientes de leche de una raza atada a su albedrío. De tránsito y celeste ungí mis manos y mentían Todo lo que dura más de un día miente Y luego estás tú Atravesándome el vientre con la única verdad absoluta: La premura del pájaro por el vuelo.
Trayectoria cero La muerte en todo a todas horas: en esas flores de patio enrojeciendo entre las grietas en el huerto fumigado -bienaventurado el sustrato tóxico que sirve para llenar el hambre- en ese vecino bueno que calibra su escopeta en la mujer que cohabita con una granada en el pecho en los animales hacinados que devoran diligentemente a sus crías en este poema degradándose a medida que el verso avanza en esta estación de lluvia con su promesa de anarquía y sus días contados en los nombres que perdí en los que nunca me fueron dados a todas horas la muerte configurando la trayectoria cuestionando la raíz afinando la maquinaria de aquello que somos: muerte no idea de muerte sólo muerte.
Nadie sabe Vienes del otro lado de las cosas defiendes una vida ungida con preciosos venenos una vasta llanura de mamíferos silenciosos nadie te ve poner todo tu aliento en marcha hacer habitaciones a tu paso.