Escribo. Lo único que puedo hacer es vomitar palabras. Desechadas, manchando los papeles sucios que encuentro. Más sucios de letras cuando los dejo en su reposo de sintaxis inservible. Hormiguitas apretadas para ahorrar espacio para decirle el todo a la nada. Pasó muy rápido. Cómo siempre ocurren las cosas cuando al capitalismo financiero y comercial así lo precisan. Siempre estamos envueltos en el baile macabro de su resurrección fenixiana. Nunca fui muy atenta a la política internacional. Siempre pensé que en esta tierra escupida al sur de todo sur, nada la influía. No lo digo de aburrida, sino simplemente porque nos creí inmunes de toda inmunidad. Privilegiados, sin duda. ¿Que podía afectar a nuestra panaceica inmortalidad de recursos naturales? ¿A nuestra cultura estilo europeo? ¿A nuestras villas miserias? Miserables, pero nuestras. Repaso en mí mente los titulares sueltos en mí salpicada memoria: “China le declara la guerra a EEUU”, “Conflicto en el medio Oriente por el petróleo”, “El precio del crudo aumentó 200%”, “Caen las bolsas en todo el mundo”. Comenzó en China. Dicen que de origen animal y vegetal. Que es de rápido contagio. Que es porque son sucios. Que es porque quieren conquistar el mundo. Que es porque viajan a todos lados. Idas y venidas de dichos y entredichos. Los miedos de descomunicación se ocuparon del resto. Siempre al servicio de los poderes económicos. Millones de historias conspiranoides que los reptilianos confirmaban. 

De a poco la vida comenzó a quedar en suspenso. Se prohibió el fútbol, los recitales, las marchas. Teatros, cines, plazas, escuelas y universidades fueron vaciadas. Las congregaciones de más de 3 personas eran penadas por la ley. Las personas dejaron de viajar. Evitaban el contacto físico de cualquier tipo. Les pibes inventaron saludos que no implicaban tocarse. El  Workhome empezó a implementarse como regla.  Estado de cuarentena permanente.

De a poco todo se reinventó. El amor en tiempos de pandemia comenzó desde la virtualidad (¿o a lo mejor ya era así?). Casamientos y noviazgos. La fibra óptica transmitiendo 24/7 todo tipo de sinfonías de sentimientos. 

Actualizaban día a día los números de los desafortunados que dejaban esta vida antes de morir de aburrimiento o del virus, o de ambos. Suicidios en masa. Los valientes se abrazaban y desde edificios altos saltaban todos juntos. Amasijos de carne que se encontraban con otros. Un éxtasis suicida de amor. 

Directamente eran quemados, ahí donde caían. Los cobardes seguimos encerrados. Esperando que esa colectividad nos gane y el individualismo pandémico se extinga para siempre.

1 COMENTARIO

  1. Si Nietzsche hacia filosofía a martillazos, entonces Noelia lo hace de la misma manera con la literatura. Es imposible no leerla y sentir los golpes en la cara. Afortunado de haber recibido el link, un domingo de madrugada.

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