escucho a una madre hablar de su hijo muerto
qué dolor tan terrorífico

tal vez si todo lo que toco y sale de mí se convierte
en una semilla
me vea caminando en un bosque
corriendo en un bosque
balanceándome en las ramas de los árboles de un bosque
que sea mi bosque
¿un hijo?

este mar que parece sólo agua y sólo olas, es cuerpo
siempre puedo entrar descalza y frotar los pies
en una alfombra áspera que luego recibe mi cuerpo también áspero
para que yo pueda sentir que pertenezco
que hay una tierra con mi nombre

he escrito tantos poemas sobre orcas
que sé que una orca me mataría de un aletazo
que un tigre me mordería directo en la yugular
pero quiero ser un animal salvaje y trasladar mi amansadura
a la desamansadura de los animales salvajes
y que me enseñen a ser un cuerpo en movimiento
fŕagil frente al fuego
indestructible frente al humano desnudo

no me interesa nada que no me toque

me quiero afectar
y me afecto
revuelvo el avispero a brazo descubierto con una sonrisa de niña
sé que no soy inmortal pero creí ser inmortal
nadie que camine temiendo la caída puede estar vivo
llevo el halo de la muerte tan a la espalda que olvido su presencia
las muertas me cuidan porque saben que siempre saltaré
hacia el cráter más caliente de mi país

he pensado la quietud como un regalo
una pérdida de adolescencia leonina
la que era cuando era pequeña exhala aire exhausta
y es como suspirar
desistir de existir en batalla
dejar que se agite el exterior, que huela a pólvora y a humo
permanecer impávida ante las circunstancias
ser espectadora

esta mañana hacía frío no parecía verano
encendí la última vela
en la mecha se formó un árbol de bosque
me pregunto si el fuego es el follaje
o una mujer conjurando la lluvia
que se pregunta si escribe para después tachar

torturo el cuerpo del poema como a una naranja para jugo
quedo con lo ácido hecho mueca en la cara
regreso al océano en silencio
entro al agua de frente
siempre de frente
dónde está aquel bosque marino con el que soñamos
de qué está hecho todo lo que no perdura