Hoy amaneció como esos típicos días de invierno. El cielo despejado y las bajas temperaturas de la noche dejaron una helada que duró hasta bien entrada la mañana cuando el sol derritió la escarcha y le devolvió al pasto su color amarillo pálido producto de la sequía. El hielo sobre la tranquera no es más que la confirmación de los 5 grados bajo cero que indicaba el pronóstico. Pongo la pava sobre la salamandra y unos minutos después cebo el primer mate del día mientras miro el paisaje que me acompaña desde hace ya 5 meses, el cerro Champaquí, de 2790 msnm, el pico mas alto de la provincia de Córdoba.
Cuando salí con mi familia de Buenos Aires allá por febrero nunca pensamos que esta pandemia nos dejaría varados en Villa Yacanto de Calamuchita, donde llevamos adelante un proyecto turístico desde hace unos 8 años. Y si bien es cierto que es un lugar al cual ya estamos habituados nunca nos había pasado de estar tanto tiempo sin regresar a Buenos Aires.
La vida en Yacanto es una vida a la que en general no estamos acostumbrados. Me refiero a aquellos que crecimos en la vorágine de la ciudad, al ritmo que nos impone la vida de oficina y el subte en su hora pico. Son lugares donde lo que sobra es el tiempo y la gente tiene la costumbre de dormir la siesta o hacerse una escapada hasta el rio sin horario previsto de regreso. Recuerdo los primeros años acá esperando en la puerta de la única ferretería para comprar una simple mecha para el taladro. Estábamos terminando la casa nosotros mismos. Teníamos que instalar una barra de ciprés con varios tirafondos y para que los tornillos quedaran ocultos en la madera había que fresarlos con una mecha de mayor tamaño. El horario de apertura, 5 de la tarde, se extendió unos 30 minutos más. En esas ocasiones es normal quedarse charlando con alguno de los tantos habitantes de este pequeño rincón de las sierras de Córdoba con los que compartimos el día a día. A las 17:35, sin el mínimo apuro y aún con sueño llegaba Zulma, propietaria de la ferretería devenida ramos generales que supo ser pulpería y parada obligada de aquellos baqueanos que frecuentaban el lugar.
En la salamandra aún quedan las brazas encendidas. Le agrego algo de madera para reavivar el fuego y mientras se va templando el ambiente preparo las herramientas (sierra circular, taladro, alargadores, tornillos) para continuar el trabajo que empezamos hace unos meses, un balcón-terraza para aprovechar la vista a las sierras, interrumpido durante la cuarentena en varias ocasiones por la falta de provisión de madera de los aserraderos de la zona.
Villa Yacanto no es simplemente un pueblo al pie de las sierras de Córdoba. Es también la historia de vida de un sin número de familias que decidieron empezar una nueva vida lejos de las grandes ciudades. Gente de Buenos Aires, Rosario o Comodoro Rivadavia, muchos de ellos cansados de la inseguridad o simplemente del estrés de la vida diaria. Otros del interior de Santa Fe buscando una vida alejada de los agrotóxicos con los que los grandes pools envenenan el agua y la tierra en pos de obtener mayores niveles de rentabilidad. Y es que el capitalismo en su esencia siempre va a tender a la acumulación y concentración del ingreso, aún a costa de la destrucción del medio ambiente. Sin embargo, aún quedan lugares en los que la gente intenta nuevas formas de supervivencia. Desde una huerta, con gallinas que nos proveen de huevos caseros, hasta la recolección del agua de lluvia y los termos solares en sintonía con la denominada bio-construcción o arquitectura sustentable. Y es que de otra manera la vida en estos lugares, donde los recursos como el gas o el agua son infinitamente más importantes que las cosas más sofisticadas que nos vende el capitalismo, sería muy difícil. Estamos acostumbrados a abrir la canilla y tener agua o encender el mechero de la cocina y tener gas, pero claro, los grandes centros urbanos como Buenos Aires tuvieron gas natural mucho antes que algunas de las localidades del sur donde se producía. Son las contradicciones del desarrollo o quizás las consecuencias de un proyecto de país centralista, quién sabe.
Yacanto es también sus ríos y sus rincones. Sus zorros y cóndores. Sus ciclos con temporadas de lluvia y sequía. Su agua cristalina que baja desde las laderas del cerro Negro. Es respirar el aire más puro, sin ningún tipo de contaminación. Es el cerro Champaquí con su energía pendular alternando días de calma y quietud con tormentas de viento y lluvia que arrasan todo a su paso. Es fundamentalmente la tierra de los antiguos comechingones, pasado ancestral que aún hoy permanece intacto en sus pircas dispersas por todo el valle.
Pasado el mediodía nos preparamos para comer. Hoy, tarta de cebolla y queso. El vino de un viñedo de la zona. Es el momento de estar juntos, de dejar lo que sea que estemos haciendo para compartir una comida y dejarnos llevar por las charlas, alguna que otra anécdota y fundamentalmente las novedades que nunca faltan por estos rincones. También las noticias que llegan de Buenos Aires por parte de parientes y amigos. A la tarde salimos a caminar por sus calles con destino incierto. Volvemos al atardecer, cuando baja el sol y el frio arrasa.
Es la hora del mate. Volver a encender la salamandra y comprar lo que haga falta para el día siguiente o tal vez continuar la lectura de aquel libro que veníamos dejando para mas adelante. La noche se torna fría, trayendo alguna tormenta viajando de sur a norte; un viento zonda o quizás algo de nieve, nunca se sabe.
Son casi las 10 de la noche en Yacanto. Me abrigo bien para salir a cerrar los postigos y tapar con lona la leña que con su chata nos trajo Florentín, un lugareño con las manos curtidas de trabajar en el monte. Mi viejo sin dejar de mirar la televisión me dice, – si salís buscá en el cielo la estrella mas brillante. Es el planeta Júpiter y la estrella mas cercana es Saturno, en la constelación de Sagitario. Salgo, tapo la leña y en el momento en que levanto la cabeza veo una estrella fugaz como hacía tiempo no veía. Pido un deseo mientras me alejo de las luces de la cabaña. Cuentan los primeros pobladores de la zona que hace años cuando solo había algunas casas y eran pocos los habitantes estables se podía observar el cielo con mayor claridad. Incluso se podían observar con mayor detalle los cúmulos de estrellas de nuestra galaxia, la vía láctea. Ya desde un lugar un poco más alejado llego a distinguir esa estrella a la que se refería mi viejo y que en realidad es el planeta mas grande del sistema solar. Resulta que hoy 13 de julio Júpiter estará brillando 14 veces más que cualquier estrella en el cielo. Saturno también está ahí, ligeramente hacia el sudeste.
Vuelvo a entrar a la cabaña. El frio afuera se torna insoportable por más de unos minutos. El cielo despejado preanuncia otra helada fuerte. Mañana será otro día. Veremos que nos depara el destino por estas latitudes.
Un relato casi de cuento..pero tan real como la vida misma..cada segundo..cada cosa..todo detalle enamora..! Me encanto!!!.
Gracias Daniela por tus palabras!
Buenisimo siempre saber de vos e imaginar tus vivencias. Esperamos la proxima. Un abrazo y a seguir escribiendo.
Buenisimo saber de vos e imaginar tus vivencias pir un rato. Te mando un fuerte abrazo y nos quedamos esperando el próximo.
Gracias Marian! Abrazo grande
Que lindo describiste Villa Yacanto! Lo conocí un poco gracias a tu relato. Muy lleno de imagenes y emociones. Gracias
Gracias Noemi! Me alegra haber podido transmitir un poco de la vida en estos lugares. Fuerte abrazo
Mariiitooo, hermoso tu relato!! qué ganas me dieron de conocerlo. Transmitis lo importante: la simpleza de la vida, nada más se necesita que un cielo limpio, seres queridos, descansar y un poco de alimento. Suficiente para desarrollar el espíritu. Por algo la pandemia los agarró ahi Marito! Porque se lo merecían! se merecian la calma y la simpleza porque en éso venían ustedes caminando. Abrazo enorme!
Muchas gracias por el cariño Lilen! Y ya sabes. Te esperamos por acá cuando quieras!!!
Muy bueno este relato. La descripción me hizo viajar. Recuerdo estar allí a fines de febrero/marzo… Todo esto de la pandemia ni lo veíamos venir.
Villa Yacanto es hermoso! Eso sí, los días de invierno debe estar friiio ❄️
Me alegra mucho Ana haberte hecho viajar aunque sea un poquito con este relato. Muchas gracias por tus palabras! Si, la verdad que se pone muy frío en esta época.
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