Lado B: La Isla es un Espacio.
(Guido Mendizabal)
Me concentro.
Me despierto.
Miro y veo cosas que me suenan a cosas pero a la vez hay algo extraño que no termino de descifrar. Veo mi rostro en un espejo de agua.
¿Veo mi rostro en un espejo de agua?
Creo que me veo a mi en el acto de verme reflejado en un espejo de agua. O no.
Si pusiéramos dos espejos reflejándose uno a otro resultaría un loop infinito. Pero qué pasa si pudiésemos quedarnos sólo con el reflejo del reflejo. Si pudiéramos diseccionar sólo la parte en que un X sujeto realiza el acto de convertirse en el reflejo de otra cosa/ser que ya no está. Y la disección funciona también como reflejo, es hacer algo con un presente determinado que es la corriente de un pasado recortado. Si pudiésemos mirar el presente como un recorte de pasado. Más específicamente, ser conscientes de que este presente es un pasado desnutrido, lograr una mirada de extrañamiento sobre la línea que une presente y pasado, esos dos puntos sólo conmensurables en la medida en que los unimos. En definitiva, quitarle el peso de la naturalidad a la unión entre pasado y presente. En definitiva, en y desde la oscuridad, observar que el rayo de luz que une un punto con el otro es un posible dentro de un espacio que contiene posibilidades infinitas. Ahí caer en cuenta que el rayo de luz era una linterna que estaba reposando sobre mis manos y que, entonces, en la mano que dirige el rayo está la posibilidad de trazar una nueva línea de conmensurabilidad entre nuestro punto/ser infinitesimal y otro. Y que, en verdad, ese punto infinitesimal es siendo en la proyección de ese halo de luz. Que somos nuestro pasado pero que nuestro pasado es incierto.
El presente del pasado.
El vacío como la primera forma vivencial de aproximación a la crítica de ese presente del pasado.
La noción de que el presente es un pasado determinado experimentada como extrañamiento.
El extrañamiento como quien mira desde otro lugar porque otro lugar existe.
La experiencia que se vuelve conciencia de que el acto de mirar es siempre el de trazar una linealidad.
La conciencia de que ver es verse.
La conciencia de que uno es lo que ve.
La conciencia de que los ángulos de mirada son infinitos.
Un poco, buscar nuestro “momento Newton” decidiendo creer en la famosa anécdota de la manzana cayendo sobre su cabeza. Porque, si se observa bien, cuántas otras “cosas” suceden en el continuo diario que es la vida, cuántas otras posibles miradas se nos escurren entre las manos. La genialidad de Newton no está tanto en la respuesta sino en la pregunta. Es decir, mediante qué forma, a través de qué cabeza este ser fue capaz de problematizar algo tan obvio como que los objetos se “caen”. Es el pensamiento que podría tener un alienígena recién llegado a la tierra: “Che, ¿qué onda con este imán que me atrae hacia la tierra?” Isaac tiene que haber experimentado un vacío de sentido que devino en un extrañamiento tan potente, tan crítico que le permitió prefigurarse la idea de la existencia de “cadenas invisibles” que nos unen a la tierra. Cadenas que, en el propio acto de ser pensadas, comienzan a resquebrajarse.
La isla no es un lugar sino la posibilidad de un lugar, un segundo de superposición de una imagen extraña sobre un film que ya sigue rodando, una premonición, una vaga inquietud, un cosquilleo.
Pero, a la vez, sí es un lugar en la medida en que desde algún lugar estamos viendo. Es un rayo tan vibrante como escaso.
Nosotres le damos aire —o al menos lo intentamos—, lo dejamos que viva como le plazca pero que viva. No lo cosechamos porque no podemos. Sólo lo invocamos. A veces con éxito. No podemos pedirle más, sólo podemos intentar ensanchar la mínima porción de tiempo en el que se nos presenta para poder aprovecharlo y entonces generar algo con él, volvernos más él.
La isla es un acto de abrir, observar la estela de la piedra que cae en el agua hasta que desaparezca. Después agarrar una piedra más grande y volver a repetir la acción. Y ahora otra vez, sólo que somos varies quienes levantamos la piedra. Y otra vez, la tiramos y observamos, dejamos que la estela que ya es una pequeña ola nos lleve a la deriva. Y así. Tiene sus límites, pero de eso se trata.