Reseña de Alejo González Prandi al nuevo libro de Emiliano Campos Medina “Napalpí, Tierra de los Muertos”

Entre dos Oraciones cabe la muerte. O valdría la pregunta, ¿qué muerte canta el poeta para
hacerla común y propia, universal y única entre todas? Cuando el poeta logra extraer la
tragedia de la particularidad que la nombra está recreándola para asirla en nuestra memoria.
El poeta, Emiliano Campos Medina, dispone su cuerpo en la tierra que vive, vislumbra, toca,
huele. Hace palabra. Pero cuando revela la oscuridad de esa tierra bajo los pies, entonces, la
presencia de la poesía. Ahí el acontecimiento de este libro: Napalpí, Tierra de los Muertos.
El poeta también es un puente entre tiempos. Historia y presente caminan a la par, confluyen
voces, miradas, silencios. Habla la tierra de su muerte niña, niño loco, muerte madre, muerte
hombre. Hoy, Napalpí esquiva y calla. El miedo también reduce. La muerte trabaja, oficia,
arriba y bajo de la superficie. Sin justicia, no hay descanso. Todo vuelve.
Así “la leche salvífica” de un pueblo termina oliendo a sangre, mutilación, cacería. Así la
tragedia pasa de generación en generación. No alcanzará madrecita alguna del “extenuado
Gran Chaco”. La masacre, la balacera, el exterminio seguirán en los sueños de los
sobrevivientes, a través de las voces secretas de las víctimas.
Emiliano ofrece una mirada de cronista fundada en su visión esencial de poeta. En ese diálogo,
resuelve una estructura que se retroalimenta a la perfección. Por un lado, la bitácora de su
travesía por el Impenetrable chaqueño, los primeros contactos y el suceso único donde deja
de ser el operario, el enviado, para comer de esa tierra, transformándose en un nuevo
portador de una historia que desde sus raíces clama por ver la luz. Más allá de la desconfianza
de la comunidad, él ya ha pegado el salto, en su sangre ya corre la savia que develará en
poesía el destino de Napalpí.
Ante la muerte, el poema no puede erigirse, andar, sin heridas. Es herida del nacimiento. Y
Emiliano es un alquimista que trabaja con la memoria oral, la materia amputada, compuesta
por retazos, registros truncos. De esta manera, la historia narrada no podría estar constituida
de otra forma que en breves poemas que en sus quiebres y cortes también dejan en evidencia
la manipulación, el vacío, la matanza, la violación. Escritura como irrupción, reflejo de lo
oprimido.
Con todo lo que sagazmente Emiliano escuchó, reunió, recolectó e indagó en el terreno de la
masacre, y en la vida que allí continúa a duras penas, escribió un libro a fondo: poesía y
verdad. Lenguaje, ritmos e imágenes abren un camino del que no se vuelve. No esperábamos
menos de este querido poeta que, como tal, arremete contra el olvido y las bestias del
infierno en la tierra. Creación y belleza son testigos.

Es Napalpí, Tierra de los Muertos una experiencia de lectura vital que transforma. Mérito y
valentía de Emiliano Campos Medina. Privilegio y honor para quien lo lea.