¿Cómo ser popular si eres introvertido? O ¿Cómo la verdad puede ser mentira?
En este último tiempo, misterio de los algoritmos mediante, YouTube me ofreció unos videos… qué adjetivos les cabrían… La verdad que si alguien me hubiese comentado la existencia de contenidos de esta índole no me habría sorprendido pero al verlos… Son una suerte de videos de autoayuda aunque, sin ser conocedor del tema, creo tienen una serie de particularidades. El canal de YouTube se llama Carisma al instante y, obviamente, hacia el final del video te recomiendan una serie de seminarios —pagos— para ser “el tipo más popular y querido de tu círculo”. Básicamente la lógica invierte las variables: para ser tenés que parecer. No se trata de estar calmado sino de parecer calmado, no se trata de tener convicciones en tus ideas sino de parecerlo. Hasta acá lo que escribo podría ser la típica crítica que versa sobre la idea de la falsedad, de esta cosa del que se la pasa aparentando, muy de la mano de la idea de la mercancía como status y demases. No es que no sea una crítica válida sino —en todo caso— aburrida, no agrega nada. Y sino agrega nada, en cierto sentido es falsa. Por eso, me propongo ver qué hay de cierto en estos videos, les propongo ver uno que les dejo acá. Probablemente les dé un poco de asquito pero piensen que están echando la última mirada al inodoro antes de tirar la cadena…
Sí, es bastante horrible pero… te dan ganas de ver uno más (al menos eso me pasó a mi). El video nos va contando cómo un tipo tan introvertido como Keanu se ha vuelto tan popular. El primer “tip” es
“redirigir los cumplidos hacia otras personas”
Nuevamente, no importa si verdaderamente creés que los cumplidos deben ser redirigidos sino simplemente cumplir con este transfigurado imperativo moral kantiano y listo. Ahora bien, más allá del “tip” en sí, surgen una serie de preguntas:
¿Cómo haces para redirigir un cumplido si no creés realmente que eso sea justo?
Esto nos pone frente a la disyuntiva de la actuación. Somos o no capaces de actuar de una manera convincente que nos permita redirigir cumplidos aumentando de esta manera nuestra “barrita” de popularidad. Primer problema.
¿Redirigir cumplidos funciona? Yo pienso que sí. Si alguien nos hace uno, en general suele ser agradable (aunque si ocurre demasiado seguido pasa a ser sospechoso). Si el otro nos devuelve una imagen de nosotros mismos que se asemeja a la imagen que nosotros quisiéramos dar, imagen a su vez que se corresponde con la imagen que nosotros tenemos de nosotrxs mismos, el resultado va a ser satisfactorio. De hecho, muy probablemente devolvamos el cumplido (tipo Keanu) como una forma de devolver la energía que recibiste. Aunque parezca que me pongo un poco esotérico, la realidad es que —llamémoslo con el nombre que queramos— nosotros le damos al mundo cierta energía, cierto humor. Es algo inevitable. Es la base del refrán “cosechas lo que siembras”. Pero volvamos para atrás, la preposición que propuse constaba de dos partes: la primera, que el otro nos devuelva una imagen de nosotros mismos que se asemeje a la que nosotros querríamos dar. Esto también nos es inevitable, cada cosa que hacemos es un mensaje hacia un otrx, lo contiene en sí mismo, está pensado para que el otro lo interprete de cierta forma, incluye una pretensión sobre la forma en que el otrx lo va a entender. Somos seres sociales, no sólo no podríamos existir fuera de una sociedad sino que, simplemente, seríamos inconcebibles. El mensaje puede funcionar o no, ahí pasa a jugar el concepto de empatía. Nótese que estoy invirtiendo la lógica porque empatía se supone que ejerce el que recibe el mensaje, no el que lo emite. Pero, si en el mensaje está implícito su receptor, eso quiere decir que la empatía ya está presente en el emisor. Ahora la pregunta es cómo te volvés empático, de qué manera lográs un efecto similar al buscado. La respuesta es la confianza, si vos mostrás que confiás en el otro, probablemente el otro pase a confiar en vos. Pero cuál es el índice que refleja la confianza: decir la verdad, mostrar que no escondés nada. Y acá llegamos a la segunda parte de la preposición.
…imagen a su vez que se corresponde con la imagen que nosotros tenemos de nosotrxs mismos.
Mentir —o actuar— pasaría por emitir un mensaje que pretenda que el otro tenga una imagen de nosotros mismos que es la que nosotrxs queremos dar pero que, al mismo tiempo, es lo contrario a la imagen que tenemos sobre nosotrxs. Y por acá pasa el gran problema de estos videos de autoayuda cínica. La verdadera pregunta es
¿qué es lo que realmente piensa Keanu?
¿realmente siente que es justo redirigir los cumplidos?
Se puede apelar a que, en su caso, por ser actor —malo— ya la tendría hiper clara con esto de emitir mensajes falsos. Pero esta aseveración tiene dos problemas: supone que un actor o alguna otra profesión con “ventajas comparativas” —¿psicólogo? — te facilitaría los vínculos sociales. Reserva a una determinada profesión una aptitud que es constitutiva de nosotrxs como seres sociales: actuar. Y esto es clave porque en la medida en que notamos cómo nuestra vida social es en cierto modo una actuación constante, la problemática reviste un nuevo cariz. La verdadera pregunta es, en todo caso, cómo hacés para actuar para el otrx sin al mismo tiempo estar actuando para vos. Un buen ejemplo de esto son esas pelis donde el protagonista se mira en el espejo del baño (el lugar donde somos realmente nosotrxs) antes de atravesar alguna situación complicada o trascendental, donde va a tener que apelar a todos sus “trucos” para poder superarla. Se prepara y se dice a sí mismo qué es lo que tiene que hacer, cómo lograr sus objetivos en la situación que se dispone a atravesar y, fundamentalmente, que él puede. Y si aparece en una peli es porque es una actitud verosímil… cuántas veces hemos vivido momentos como estos. Claramente, estamos concibiendo situaciones de cierta tensión. En verdad, la tensión en la vida social es como la gravedad, sólo la empezás a sentir cuando estás en la cima de una montaña o un acantilado en el que si te caés no la contás. Esto me recuerda un célebre pasaje de la película “el joven manos de tijera”, donde el creador de Edward (Vincent Price) le lee un libro sobre las formas correctas de comportarse en una reunión social —¿no es Edward EL antecesor del emo capusottiano?—:
“Imaginemos que estamos en una sala y la anfitriona está sirviendo el té. Una cantidad enorme de preguntas nos enfrentan ¿debería el hombre levantarse cuando acepta su taza de té? ¿se pueden tomar terrones de azúcar con los dedos? No. ¿Es de buena educación aceptar una segunda taza? ¿debería estar la servilleta totalmente desplegada o debería quedar en el pliegue central? Es fácil cometer errores bochornosos. Pero la etiqueta nos indica qué se espera de nosotros y nos protege de cualquier humillación e incomodidad”.
Si bien el libro parece estar refiriéndose a una ¿Inglaterra de siglo XIX? Época de las más aplastantes en relación a las múltiples reglas y comportamientos de la vida social, no hay que olvidar que esa es nuestra mirada sobre esa época y que es mucho más fácil ver la paja en el ojo ajeno que en el propio. Es central captar cómo lo que te aplasta a la vez te protege, cual madre sobreprotectora.
Volviendo al video objeto de nuestras reflexiones, es notorio cómo una propuesta youtubera nauseabunda y mercantilista, de la misma manera que andar revisando la basura, puede arrojarnos una gran variedad de verdades. Y esto tiene que ver con que la dicotomía verdadero/falso es mucho más que relativa, es una dicotomía aparente. Si vemos el tejido social entretejido de mentiras, ciertamente esa palabrita empieza a perder sentido.
El video continúa citando una frase de C.S Lewis
“Ser humilde no significa creerte menos sino pensar menos en tí mismo”
Más allá del interés que la frase pueda suscitar, lo increíblemente cínico es que la cita un video que te anima a que pienses en vos mismo, te da consejos para lograr que las distintas situaciones de tu vida sean la posibilidad de un despliegue de todas tus habilidades maniqueas en pos de lograr tus objetivos.
Recapitulando, es como si el video pretendiese explicarnos cómo llegar a ser Keanu a través de su cáscara, cual cirugía estética. Y cuando empezamos a notar lo imposible de este ejercicio, al mismo tiempo empezamos a ver cuáles son sus condiciones de posibilidad. La primera: que no se plantee como tal. O sea, Keanu Reeves parece Keanu Reeves porque es Keanu Reeves y no porque se plantee ser él. No obstante, en el plano de lo no consciente, podríamos llegar a decir lo contrario: es quien parece ser porque se plantea ser eso que quiere parecer.
El video continúa agregando otra serie de tips:
- Tener una presencia al estilo zen
- Expresar entusiasmo a través de gestos con las manos,
- Aceptar tu forma de ser,
- Ser una persona generosa.
Nuevamente, el tip “aceptar tu forma de ser” es una contradicción andante con el propósito del video (y de su hipotético televidente).
Lo interesante es todo aquello que podemos rescatar “revisando la basura”. La autenticidad es expresarte y demostrar no lo que realmente sos sino lo creés que sos. En verdad, no lo que sos, tampoco lo que estás siendo sino lo que realmente creés que estás siendo. Y la palabra creer se vuelve clave, en algún punto la creencia está detrás de todo y de todxs. En este sentido, recuerdo haber leído a Zizek comentando las ideas de Pascal sobre el problema de la creencia religiosa. Pascal recomendaba acceder a la fe mediante la práctica religiosa pero no se trataba de un mero conductivismo: había que practicar la religión creyendo que realmente se creía en ella. La combinación de ambas cosas permitía el acceso a la fe. Esto se toca la idea de que no es posible reflejar una imagen en la que uno no crea. Lo cual no significa ni que esa imagen sea real ni mucho menos que no sea actuada. Esto, a su vez, plantea el hipotético dilema a cerca del consumidor de este tipo de videos:
¿en nuestra vida social nos topamos con gente que realmente “aplica” este tipo de tips en sus relaciones sociales? ¿hay gente con ese nivel de cinismo?
Por otro lado, si la respuesta fuese afirmativa, si hubiese gente que sabe que la mejor manera de entusiasmar al otrx es “expresar tu entusiasmo a través de las manos”, que para ser popular debés ser generoso y aceptarte a tí mismo. Si hubiese gente con ese nivel de cinismo ¿el hecho de realizar estos “tips” de una manera adecuada que les garantice el éxito, por la propia práctica misma, no implicaría una transformación en sus propios yos? ¿no dejarían de ser una mera apariencia para ser una verdad?
La respuesta, nuevamente, está en la creencia, en si —accedas de la forma que accedas— realmente creés que es justo agradecer a otrxs por tus propios éxitos, si la generosidad te “nace” o es pura especulación. De esta manera, la base del bien y el mal pasaría por la existencia o ausencia de creencia, un principio central sobre el cual construir otros. Y en un contexto, en un mundo como el que habitamos, de distopía apocalíptica in crescendo, esto no parece ser algo menor.
Según Wikipedia, distopía es “una sociedad ficticia indeseable en sí misma (…) Las distopías a menudo se caracterizan por la deshumanización, los gobiernos tiránicos, los desastres ambientales u otras características asociadas con un declive cataclísmico en la sociedad.”
La distopía es el reverso de la utopía y la base de la utopía es la creencia, es la fe en algo o algos. Es necesario reflexionar sobre esta cuestión en la medida en que puede ser un buen repelente contra la falta de esperanza, la desmotivación y la depresión ya que eso es justamente lo que nos diferencia. Creer es el trampolín que puede llevarnos a ser mejores. Si existe una distinción entre el bien y el mal pasa —primero, y antes que nada— por acá.
Y de repente “como quien no quiere la cosa” esto se volvió medio autoayudístico.