En la edición del martes 17/11 de “Que la Pandenga se Expanga” estuvimos laburando sobre “El Club de la Pelea”. Cada Pandenga es distinta y, en este caso, surgió ¿un recitado? ¿un panfleto?…..Juzguen ustedes mismos.
Es como una vacación bizarra, una especie de fin de semana perdido en la verdad y fugado de la mentira.
Todo empieza ahí, en la necesidad de sentir.
A veces se vuelve tan difícil…cómo hacer para sentir, cómo hacer para llorar…
Entonces era lógico que al final hubiese que apelar a rasgar la carne, a sentir la fuerza, al impacto de la piel sobre el pavimento de una calle desolada.
Siempre seguía tratando de escapar a la mentira, de suplir el denso tic-tac hacia la muerte, revertir la relación y ser ahora uno quien la persiga
y ya no al revés.
Marla fue un intento, el último empolvado cajón que exploré en mi interior.
No alcanzó y después,
después ya todo había cambiado.
Golpeé con fuerza y causé todo el daño que me era humanamente posible lograr.
Maté a mi viejo, maté a mi jefe y después me suicidé. O casí.
Parecía estar adentro, pero estaba afuera.
Parecía estar afuera, pero estaba adentro.
En verdad, todos los llevaban dentro, Tyler y yo sólo lo hicimos visible. Todos necesitábamos vivir, escuchar el sonido de los gritos y los golpes secos y palpar la espesa verdad de la sangre fluyendo.
La pelea es un nuevo punto de vista, liberador.
Cuando se acaba la pelea nada se resolvió, pero tampoco nada importa.
Había que cambiar el orden de las cosas radicalmente, había que propagar el antídoto al virus de la vida acartonada. Había que pegarle a Gandhi, desfigurarle la cara y obligarlo a sentir.
Era la pedagogía del dolor. Solo que ahora de verdad. No había que evitarlo sino abrazarlo y sentirlo hasta el final, llegar al fondo, descartar la resistencia putrefacta del maquillaje de un cadáver.
Un día voy a morir.
¡Que así sea!
Somos los hijos medianos de la historia, sin propósito ni lugar. Nuestra guerra es espiritual, nuestra gran depresión son nuestras vidas.
¡Lo único que tenemos que hacer es mostrárlo!
¡Lo único que tenemos que hacer es enrostrárselos en la cara!
Porque debajo y atrás y dentro de todo lo que estos hombres daban por hecho, algo horrible estaba creciendo. Por eso había que cultivar la habilidad de ignorar cosas que no son realmente importantes.
No somos nuestro trabajo,
No somos nuestra billetera
No somos nuestras zapatillas
No somos nuestra esperanza
No somos nuestra edulcorada felicidad
No somos las fantasías que se proyectan en nuestra psiquis.
No somos especiales.
Somos la materia fecal obediente del mundo
Somos la materia fecal obediente del mundo
Para romper con el control, hay que romper con el control.
Descontrolándote, descontrolas
Y finalmente llegó la puta hora en que empieces a entender que nosotros somos los que cocinamos tu comida, tiramos tu basura, conectamos tu condenado internet, manejamos tus ambulancias, patrullamos las calles mientras dormís.
Nosotros somos el fucking dios de toda tu preciada existencia.
No nos jodas.
No nos jodas.
Buenísimo!
Comments are closed.