Seguramente algune está pensando que la comparación no es justa, hay un ejercicio democrático de diferencia. Ante esto yo antepondría que no importa tanto si es o no justa, sino cuán sugestiva puede resultar a la hora de realizar un ejercicio reflexivo de auto-reconocimiento como sociedad. En este sentido, las ideas son situacionales siempre, a veces conscientemente y otras no. Funcionan en un contexto determinado y eso es lo que les confiere su potencialidad.
Para ilustrar, recuerdo un comentario de Rita Segato sobre Evo Morales cuando se produjo el golpe de estado en Bolivia en 2019. Más allá de su crítica a Evo y a su gobierno —que podía o no ser acertada—, la crítica olvidaba que lo importante en ese momento era el golpe de estado. Incluso se encargaba de señalar los errores del gobierno que habían llevado la situación política a dicho desenlace, cuando era momento de repudiar el golpe y no de hacer comentarios que terminasen funcionando como justificación. Las ideas surgen y se mueven en un contexto. Mucho más si se trata de política.
Ahora bien, esto no significa adaptación de una idea a un contexto, no es sinónimo de realismo. Más bien una idea tiene que ser crítica a su contexto, tiene que pretender romper la zona de confort en que, por ejemplo, se mueve el arco político.
A muches les ha llamado la atención cómo, al parecer, se desdibujó la “grieta” con la muerte de Carlos Saúl. Estas palabras se inscriben dentro de esa línea o, más bien, intentan explicitar la necesidad de que este hecho nos llame la atención.
Veamos los comentarios del ala progresista al respecto:
Tweet de Cristina:
“Ante el fallecimiento del ex presidente Carlos Saúl Menem quiero expresar mis condolencias a su familia y a sus compañeros y amigos.” (esto, acompañado de ella recibiendo el cortejo fúnebre en el senado)
Tweet Alberto Fernández:
“Con profundo pesar supe de la muerte de Carlos Saúl Menem. Siempre elegido en democracia, fue gobernador de La Rioja, Presidente de la Nación y Senador Nacional. En dictadura fue perseguido y encarcelado. Vaya todo mi cariño a Zulema, a Zulemita y a todos los que hoy lo lloran.” (también, presente en el funeral).
Sumémosle el dato de los tres días de duelo nacional.
Ya en un terreno que va desde el centrismo hacia el conservadurismo, podemos citar a La Nación como para hacernos una idea:
“Los políticos que decidieron dedicarle un mensaje de despedida en las páginas de LA NACION fueron, entre otros, Massa y Malena Galmarini (titular de AySA); Gustavo Posse (intendente de San Isidro); Carlos Reutemann (senador nacional); Jorge Triaca (exministro de Trabajo); Alberto Rodríguez Saá (gobernador de San Luis); Miguel Ángel Pichetto (exsenador y actual auditor general de la Nación); Javier Fernández (auditor general de la Nación); Luis Patti (exintendente de Escobar), y Juan Carlos Romero (senador nacional y exgobernador de Salta). Los senadores de Pro pusieron también su aviso.” (https://www.lanacion.com.ar/politica/la-muerte-carlos-menem-los-avisos-funebres-nid2603064)
Evidentemente se trata de una figura que, sin dejar de ser polémica, no obstante goza de cierto consenso. Probablemente se trate de un resabio de la hegemonía que “el Carlo” supo construir durante los años ’90. Es cierto que hay y hubo en estos días muchas voces detractoras sobre este tufillo de querer presentarlo como un demócrata. Pero si repasamos su “prontuario” sin hilar muy fino vamos a poder comprobar que es realmente llamativo, no sólo cierto halo de consenso, sino que esta persona no haya pasado sus últimos días encerrado en una celda. Veamos:
– Privatizaciones (empresas vendidas por debajo de su valor y pérdida de resortes económicos estratégicos por parte del Estado).
– Atentado en la embajada de Israel y en la AMIA.
– Explosión intencional de Río Tercero para tapar la venta ilegal de armas (una demencia).
– Deuda externa.
– Relaciones Carnales con EE.UU.
– “Ramal que para, ramal que cierra”. Aumento exponencial de la desocupación, la pobreza y la indigencia.
– Transferencia a las provincias de la potestad sobre los recursos naturales, la educación y la salud.
– Desguace de la marina mercante y la industria naval argentina.
– Privatización de puertos comerciales.
– Destrucción del entramado industrial, vía libre a la entrada de importaciones.
Y estoy dejando de lado muchas otras cosas.
Excepto por YPF y el sistema jubilatorio, casi todas las reformas institucionales desarrolladas durante los ‘90 perviven hasta hoy. Esto se enlaza con quienes justifican el comportamiento de Cristina y Alberto Fernández frente a su muerte, la idea de que las instituciones están por encima de las figuras y las ideologías cuando, en verdad, no hay idea más ideológica que esa. Es más, las instituciones son ideologías materializadas. No puedo más que traer a colación la frase de Benjamin (reemplacen cultura por institución):
“No hay documento de cultura que no lo sea, al tiempo, de barbarie. La superioridad con que la historia cultural suele presentar sus contenidos es una apariencia que deviene de una falsa consciencia. El materialista histórico adopta una actitud bien reservada frente a dicha historia cultural.”
Aunque no soy un gran conocedor de la historia chilena, me permito afirmar que Pinochet realizó lo que la dictadura argentina no pudo: lograr una transición democrática a la medida de sus intereses que quedó reflejada en su cargo vitalicio y en la reforma constitucional que llevó adelante. Detrás estaba la bajada neoliberal de época. Para esto en Argentina lo tuvimos a Carlos Saúl, quien después del trauma hiperinflacionario que terminó por derribar a un gobierno de un presidente que no se rompió pero sí se dobló, logró la ansiada estabilidad macroeconómica que tanto le desvela al ministro Guzmán hoy en día. El eslogan “la estabilidad ante todo y por sobre todo” es como una versión argenta del “no hay alternativa” de Thatcher. Así, de la mano del uno a uno, las zapatillas con cámara de aire y los viajes a Miami, logró generar un proceso hegemónico de inclusión ilusoria del conjunto social. Finalmente, la clase dominante argentina había llegado al paraíso añorado sólo que de la mano del menos pensado.
Es preciso no perder de vista el cambio que se perpetuó en el sentido común a partir de esta época. Casi que resignándose uno podría tomar prestadas las palabras de Cortázar en “Casa Tomada”:
“Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.”
Quizás quien mejor reflejó en estos días lo que significó para el sentido común no explícito la era menemista (a él “nadie lo votó”) fue nada más y nada menos que Baby Etchecopar al observarlo como quien
“…hizo que nos enterásemos de que después de la frontera existía un primer mundo y nos hizo oler por un par de años que podíamos ser iguales a los demás, a los que veíamos como desarrollados.” (https://www.a24.com/politica/quererte-emotiva-carta-despedida-baby-etchecopar-carlos-menem-14022021_0w6AuCanx)
Lo que se dice un comentario sugestivo porque capta la fibra emocional, la importancia de la ilusión y el deseo. No importa tanto ser como el otro, alcanza con tener algún elemento ficticio que nos permita ilusionarnos con poder alcanzarlo. Nótese la interpelación a un sentir popular envidioso. Más aun, a la veta envidiosa que está incluida dentro del concepto de igualdad. El menemismo fue también como un ejercicio gramsciano pero a la inversa, que intentó hurgar y rascar en el sentido común para sacar, no los “núcleos de buen sentido” sino justamente de los otros… Lo cual, es de por sí una transformación de dicho sentido en la medida en que las piezas que lo componen, a partir de ahí, comenzaron a jerarquizarse de manera completamente distinta.
La diferencia entre Chile y Argentina, en lo que aquí respecta, es que mientras allá están luchando por acabar con la constitución pinochetista y con toda la herencia que esta figura expresa en el sistema político y económico chileno, nosotres todavía estamos un poco presos del aroma de la pizza con champagne. Este estado cultural se ve reflejado en la falta de aptitudes políticas para desandar las reformas estructurales menemistas bajo la justificación de los derechos/privilegios adquiridos. Aquí se ve reflejado ese componente que nos es tan característico y que nos diferencia de muchos otros países: el grado de distancia y desencaje entre lo económico y lo político, esta suerte de tensión contradictoria que es falsa y verdadera a la vez, que hace que por un lado hayamos podido hacer un ejercicio de reflexión crítica que permitió llevar adelante los juicos a las juntas y que ese proceso haya podido continuar a partir de los gobiernos kirchneristas. Y que, por el otro, la mayoría de los instrumentos de política económica con los que cuenta el Estado sean herencia de las reformas estructurales del menemismo (lo que nos condena a salir a dar pelea con un escarbadientes). El precio de la consolidación democrática fue la consolidación del realismo capitalista.
“Sinceramente” uno podría imaginarse a los Albertos y Cristinas del mañana haciendo algo parecido con el funeral de Macri. Esperemos que no, porque esto querría decir que otra vez nos han ganado y —para peor— sin que siquiera hayamos intentado al menos pasar mitad de cancha.
Muy bueno Guido, muy certero con las palabras justas….Nora
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