A propósito del 77 aniversario del poeta y cantante de The Doors
Tiene 17 años, se llama Arthur Rimbaud y escribe una carta a su antiguo profesor de liceo Georges Izambard desde un granero piojoso de Charleville, es el 13 de mayo de 1871:
“Ahora soy desalmado todo lo posible. ¿Por qué? Quiero ser poeta, y trabajo por volverme vidente: usted no comprenderá del todo, y yo no sabría casi explicarle. Se trata de llegar a lo desconocido por el desarreglo de todos los sentidos. Los sufrimientos son enormes, pero es preciso ser fuerte, haber nacido poeta, y yo me he reconocido poeta. No es esto toda mi falta. Es falso decir: Yo pienso. Se debería decir: Se me piensa. Perdón por el juego de palabras.
Yo es otro ¡Tanto peor para la madera que se descubre violín, y se burla de los inconscientes, obstinados en lo que ignoran completamente!”
Tiene 22 años y se llama James Douglas Morrison, camina descalzo por la playa de Venice, California, en las olas que mueren en la orilla se refleja el dorado del atardecer. Una sucesión de palabras brotan en su mente, pasea la mirada por la arena. Mujeres y hombres comulgan al sol. Su cabeza es como la lente de una cámara de esas con las que ensayaba el film que jamás realizó, mientras estudiaba en la UCLA. Planos largos, barridos. Palabras que acompañan una composición vital de imágen y vértigo. El sol rojo incendia el paisaje.
Cuando era estudiante soñaba con realizar la Gran Obra, un film que sería la definitiva pastoral americana; donde la música, la poesía y la imágen compondrían una sinfonía total.
Acaso ese recuerdo es la razón por la que se acerca a Ray Manzarek cuando lo reconoce bebiendo una botella de vino, apartado de todos los grupos de la playa, hippies, hipsters, beatniks, homeless. Ray es un ex compañero de cursada. Hablan de cine: “El cine, heredero de la alquimia, la última ciencia erótica”, dice Jim. Ray comienza a hablar de música rock, psicodelia, mescalina. Hace algunos conciertos con una banda de rock que armó con su hermano. Jim lo interrumpe, el rock debería ser la plataforma para perforar el anquilosado espíritu de la época. Habla de unas poesías que estuvo escribiendo y que piensa que se podrían llevar a la música. Cuando abandonó la carrera de cine decidió dedicarse a lo que siempre consideró su verdadera vocación, la poesía, “es preciso ser fuerte, haber nacido poeta, y yo me he reconocido poeta”. Le cuenta que desde que llegó a Venice estuvo viviendo en la azotea de un edificio, en la casa de algunas chicas que lo alojan un tiempo, en la bodega de los bares. Que en todo momento escribe, que las imágenes lo toman por asalto. Que él no dice nada, es dicho. Es tomado por las palabras. Mientras le devuelve la botella a Ray empieza a entonar la letra de lo que sería uno de los temas del segundo disco de The Doors, Moonlight Drive.
Come on, baby, gonna take a little ride Down, down by the ocean side Gonna get real close Get real tight Baby gonna drown tonight Goin' down, down, down
Es el 15 de Mayo de 1871 y Arthur Rimbaud escribe otra misiva destinada también a un antiguo tutor. El tema reitera y amplía el de la carta a Izambard por lo que, las que en conjunto son tres cartas sobre el tópico del poeta vidente, adquieren la dimensión de un verdadero manifiesto. En este caso, la carta a Paul Demeny lleva el encabezado “Canto de guerra parisino”:
“Digo que es preciso ser vidente, hacerse VIDENTE.
El poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos. Todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura; él busca por sí mismo, agota en sí todos los venenos para no guardar de ellos sino las quintaesencias. Inefable tortura para la que se tiene necesidad de toda fe, de toda la fuerza sobrehumana, en la que él llega a ser entre todos el gran enfermo, el gran criminal, el gran maldito —¡y el supremo Sabio!— ¡Puesto que llega a lo desconocido! ¡Puesto que cultivó su alma, ya rica, más que nadie! Llega a lo desconocido, y cuando, enloquecido, terminará por perder la inteligencia de sus visiones, ¡él las ha visto! ¡Qué reviente en su salto por las cosas inauditas e innumerables: vendrán otros horribles trabajadores; empezarán por los horizontes donde el otro se ha hundido!”
Kabbalah, misticismo, poesía francesa en general, Rimbaud, Verlaine, Artaud pero también Wallance Stevens, Walt Whitman son algunas de las consultas regulares que Jim solía hacer en las bibliotecas de las ciudades que la familia Morrison iba habitando y dejando atrás, en un estado de tránsito permanente motivado por la pertenencia del padre a las fuerzas armadas y su constante reubicación. Años más tarde uno de sus profesores de la UCLA consultados por biógrafos comentó que, intrigado, se tomó la molestia de consultar en la Biblioteca Central de Washington la existencia de algunos libros que desconocía y que Morrison en su época de estudiante aseguraba haber leído. Rituales sagrados de las tribus aborígenes americanas, Eliphas Levi, Nietzsche.
Con esa combinatoria de lecturas, y especialmente las experiencias chamánicas de los aborígenes más la contraposición apolíneo-dionisíaco que extrae del filósofo alemán, Morrison desarrolló una puesta en escena para The Doors que los diferenciaba completamente de las bandas de su época. Entendía el rock como la oportunidad de realizar la obra de arte total, pero esto implicaba que la vida era parte de esa obra, no había escisión posible. Y sobre todas las cosas, el arte estaba para sacudir las conciencias, para derrumbar las convenciones.
Los recitales de The Doors se comienzan a volver cada vez más escandalosos. En varios de ellos la policía interviene. Jim desde el escenario desafía al público a hacer lo que quieran.
“Ahora escuchadme, no estoy hablando de no revolución, no estoy hablando de no manifestarse”.
Estoy hablando de pasarlo bien, Estoy hablando de pasarlo bien este verano. Vengan todos a L.A., salgan de aquí, vamos a acostarnos en la arena y a enterrar nuestros dedos en el océano, y vamos a pasarlo bien. ¿Están listos, están listos, están listos, están listos, están listos, están listos, están listos?
¡Ahora escúchenme! Yo solía pensar que todo esto era una gran broma. Solía pensar que era algo para reírse. Entonces estas últimas noches conocí a algunas personas que estaban haciendo algo ¡Estaban tratando de cambiar el mundo! ¡Yo quiero unirme a ese viaje! Quiero cambiar el mundo. Cambiarlo. Siiiii… cambiarlo.
Ahora escúchenme, no estoy hablando de no revolución, no estoy hablando de no manifestarse. ¡Estoy hablando de divertirse! ¡Estoy hablando de bailar! ¡Quiero ver a todos de pie y bailando! ¡Quiero verlos bailando en la calle este verano! Quiero verlos divertirse. Quiero verlos correr por ahí. Quiero verlos pintando la ciudad. Quiero verlos haciendo ruido. Quiero verlos gritar. Quiero ver diversión. ¡¡¡Quiero ver su diversión!!!
¡CUALQUIER COSA QUE QUIERAN HACER! ¡HÁGANLO! ¡HÁGANLO! ¡HÁGANLO! ¡HÁGANLO!”
En 1970 el asedio del poder judicial contra Morrison se vuelve asfixiante, entonces Jim decide irse a vivir definitivamente a París y concentrarse en su escritura. Hasta entonces sólo tiene publicado dos libros autogestionados de 1969, Los señores y Notas sobre la visión y las nuevas criaturas. En esas obras Morrison dejó plasmadas algunas de sus reflexiones sobre la poesía y el arte, una verdadera ars poética que se refleja en fragmentos como este:
El poema es el registro de un movimiento de la percepción de la visión. La forma poética es el patrón de ese movimiento a través del espacio y del tiempo. La imagen de fondo es el contenido de la visión emergente en el poema. El vehículo de movimiento es la imaginación. La condición de movimiento es la libertad.
Una indudable influencia de Wallance Stevens que en su práctica poética se veía sin embargo constantemente atravesada por el surrealismo. Jim tomaba de este movimiento no solo la técnica de la escritura automática que aplicaba parcialmente para desencadenar imágenes brotadas desde lo subconsciente con la idea de que la poesía, así como el uso de sustancias psicotrópicas (al que se entregaba metódicamente siguiendo el programa de Rimbaud) debía derribar las contenciones de la vigilia y reintegrar la conciencia como una totalidad sin fragmentaciones. Siguiendo a William Blake “Si las puertas de la percepción fueran depuradas, todo aparecería ante el hombre tal cual es: infinito”.
El proyecto vital de James Douglas Morrison (así firmaba sus libros) siempre estuvo centrado en la poesía. El trayecto que coincide con el liderazgo de una de las bandas de rock más trascendentes de la historia no es más que una parte; una bifurcación en el camino a lograr las condiciones para dedicarse plenamente a la escritura de su obra. Pero también se transformó en el campo de experimentación de un “desarreglo de todos los sentidos” y una puesta en acto de un programa de afrenta directa a los poderes de la conciencia entronizada. Hay algo de Artaud en la vida de rockstar morrisoniana, como un tótem oscuro emergido del humo rancio y el vapor de los vasos de cerveza de un antro californiano. Jamás perdió la oportunidad que le dió el escenario de llamar a la revuelta. Pero una revuelta dionisíaca, anárquica, seminal. Quizá Jim Morrison cristalizó la puesta en acto más radical del teatro de la crueldad artaudiano.
Lo vemos en el año 1971 caminando por las calles azules de los barrios bohemios de París, tras los pasos de Baudelaire, de Rimbaud, de Artaud. Lo vemos llenar páginas de su libreta con poemas visionarios y alucinados que no llegaría a ver publicados (algunos si llego a grabarlos con su propia voz y luego formarían parte del disco póstumo de The Doors An american prayer). Lo vemos bailar con una botella de vino pateando las flores y los licores que día tras día multitudes de jóvenes y viejos hacen llegar hasta su tumba en Pere-Lachaise. El Rey lagarto y su pastoral de poeta vidente, de poeta negro, chamán del sol rojo.
Despertar del recién nacido
Gentilmente se agitan, gentilmente ascienden. Los muertos son recién nacidos despertándose. Con desoladoras amputaciones y almas húmedas. Gentilmente suspiran en el extasiado funeral de asombro ¿Quién llamó a esa muerte al baile? ¿Fue la joven mujer aprendiendo a tocar la canción/ del fantasma en su pequeño piano? ¿Fueron los desérticos niños? ¿Fue el mismo fantasma de Dios, tartamudo, animado, charlando ciegamente? Te he llamado para embalsamar la tierra. Te he llamado para anunciar la tristeza cayendo como carne quemada. Te he llamado para desearte el bien. Para glorificarte como un nuevo monstruo. Y ahora te llamo para rezar.
Inmaculadamente drogado
Te diré esto. Ninguna recompensa eterna nos perdonará ahora. Por malgastar el alba. Vuelvo a aquellos días, todo era más sencillo y más confuso. Una noche de verano, yendo al muelle. Me encontré con dos jóvenes chicas. La rubia se llamaba Libertad. La morena, Empresa. Hablamos y me contaron esta historia. Ahora escucha esto… Te hablaré sobre Texas radio y su gran ritmo Suavemente conducido, lento y loco. Como algún nuevo lenguaje. Llegando a tu cabeza con el frío, furia repentina de un mensajero divino. Déjame hablarte sobre la angustia y la pérdida de dios. Divagando, divagando en la desesperada noche. Aquí fuera no hay estrellas en todo el perímetro. Aquí fuera estamos colocados. Inmaculados.
Canción del fantasma
Despierta Sacúdete los sueños de tu pelo Mi preciosa y dulce niña. Elige el día y el signo para tu día El día es divino. La primera cosa que ves. Una inmensa y radiante playa en una bonita y adornada luna Parejas desnudas corren por sus tranquilos lados Y reímos como dulces, locos niños Inmersos en la lana confusa de la mente infantil La música y las voces giran a nuestro alrededor Eligen su antiguo cantar Tu tiempo ha regresado Elige ahora, su dulce canto Debajo de la luna Junto al lago antiguo Entra otra vez en el dulce bosque Entra en el cálido sueño Ven con nosotros Todo está roto y baila
Increíble este paralelo entre Rimbaud y Jim Morrison. Un impulso a recrear, imaginar, agudizar percepciones en la tarea de escribir. Poesía o narrativa… ambas necesitan una imaginación perceptiva agudizada … entonces lo cotidiano muestra mucho más … su oscuridad, lo disruptivo en las lógicas y más al fondo las emociones profundas…
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