El reciente conflicto entre nación y ciudad en relación a la presencialidad en los colegios porteños reactualiza toda una serie de interrogantes o problemas que vienen de larga data. A ellos nos vamos a referir resumiéndolos en dos puntos:

  1. ¿Existe una supuesta vocación autonomista pseudo reaccionaria característica de la ciudad de Buenos Aires que se remonta a mediados del siglo XIX y se mantiene hasta el día de hoy?
  2. ¿Esto explica el hecho de que la alianza reaccionaria/conservadora y neoliberal de Cambiemos gobierne desde el año 2007? ¿La población de la CABA tiene actualmente una tendencia de derecha?

Aunque puede que la primera de estas preguntas tenga cierto asidero, no obstante, contiene una serie de problemas. En primer lugar, esto equivaldría a presuponer que, sin importar el periodo histórico en cuestión, la tendencia ideológica que es hoy verificable en la mayor parte de la población de la ciudad, se ha mantenido constante en el tiempo. Afirmación de una audacia desmedida. A su vez, no es tan claro el supuesto tufo reaccionario de la ciudad de Buenos Aires. En todo caso, la histórica centralidad que supo tener por ser su puerto la salida de los productos nacionales hacia el mundo, se encarnó en un liberalismo político y económico: insertarse en la división internacional del trabajo como productora de materias primas e “iluminar” a las provincias unidas del Rio de la Plata con las ideas de la ilustración. Claro que —detalle para nada menor—, el momento histórico en el cual esta perspectiva logró dominar el mapa político e ideológico del país (1880-1930) estuvo signado por el fraude y la proscripción de la por entonces casi mayoritaria población inmigrante. Por otro lado, la ciudad siempre ha sido (y probablemente lo siga siendo) el lugar donde más fuerza han tenido aquellos derechos cívicos que se desprenden de la separación entre Estado e iglesia (matrimonio igualitario, divorcio, aborto legal, etcétera). Además, nunca hay que dejar de tener en cuenta que la historia no “narra” sino que les que “narramos” somos nosotres, tratándose entonces de una interpretación que puede estar más o menos afianzada en los hechos. En definitiva, si la forma en que interpretamos los fenómenos del presente no está resuelta, lo mismo se puede decir sobre los fenómenos históricos. Por último, aun suponiendo que esta visión fuese correcta, no estaría explicando nada. Convengamos que “explicar” la sólida estructura de la derecha en CABA basándose en los unitarios del siglo XIX, Sarmiento o Mitre, equivale a frases del sentido común como “qué se le va a hacer” o “es lo que hay”. Preferible respirar que decirlas. En este sentido, captar la actualidad del fenómeno es intentar dilucidar sus puntos neurálgicos, es suponer y darle una entidad específica.

Respecto a la pregunta sobre las razones de la preminencia política del PRO en la ciudad deberíamos tener en cuenta que, de igual forma a lo sucedido en otras partes del mundo, se trata de una propuesta política claramente de derecha, aunque envuelta en un packaging de globos de colores y formas comunicacionales propias de un jardín de infantes. Es la antipolítica hecha política. Cierto es que en la actualidad está empezando a incorporar vertientes más fascistas de la derecha que también vienen expandiéndose alrededor del globo. La relación entre las formas de derecha locales e internacionales no es casual, hay miles de cuentas bancarias y ONG’s “sin fines de lucro” que pueden empezar a darnos explicaciones convincentes al respecto. Más allá de la relación entre financiamiento económico internacional y aglomerados de medios de comunicación afines y encubridores, conviene observar esto como un dato de la realidad, como una pared que está ahí y no hay mucho que podamos hacer al respecto. Es decir, el gran capital siempre va a hacer lo decible e indecible para llevar agua para su propio molino obteniendo representación e influencia en cada una de las esferas sociales que considere pertinentes. Denunciarlo tiene sentido solamente en la medida en que lo pone en evidencia y señala una realidad/pared que no podemos obviar. Sin embargo, la respuesta a los problemas que estamos pensando no se agota ahí, la inyección de recursos económicos es una premisa necesaria pero no necesariamente definitoria.

Volvamos a la pregunta que nos atañe: ¿Cómo se explica la preminencia del macrismo en la ciudad? Al mismo tiempo ¿es posible seguir comprobando cierto “progresismo” en su población?

Recordemos que, como escribía Marx,

es el ser social el que determina la conciencia, no la conciencia la que determina el ser social.

Con esta frase inauguramos un intento materialista de respuesta a nuestras preguntas.

Empecemos observando algunas características de las estructuras de propiedad de la ciudad. Me voy a basar en datos relevados o recolectados por la organización Inquilinos Agrupados (https://www.inquilinosagrupados.com.ar). Según la Encuesta Anual de Hogares de 2017, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires “el 52,2% de los hogares son propietarios, el 35,1%, inquilinos y el 12,7% propietario de la vivienda solamente, ocupante en relación de dependencia o por trabajo, préstamo, cesión o permiso- ocupante de hecho.” (https://www.buenosaires.gob.ar/sites/gcaba/files/nro_5_informe_sobre_situacion_habitacional_de_inquilinos_en_la_ciudad_de_buenos_aires.pdf)

Según la primera encuesta a inquilinos realizada por Inquilinos Agrupados en el año 2019,

Los resultados de la encuesta confirman que la garantía propietaria, es decir, la presentación de un garante con título de propiedad de un inmueble es la modalidad más extendida. Alcanza al 73,37% de los encuestados, pero aumenta cuando el contrato se firmó a través de una inmobiliaria (79,4%) y desciende cuando el propietario alquiló su vivienda de manera particular (65,3%)” (https://www.inquilinosagrupados.com.ar/wp-content/uploads/2019/10/Informe-Encuesta-a-Inquilinos.pdf)

Si relacionamos los dos datos, podemos deducir una relación positiva entre propiedad y residencia en la ciudad en la medida en que el 52% de los hogares son ocupados por propietarios y la presentación de un garante con título de propiedad es la modalidad más común a la hora de alquilar. Como se sabe, no hay propietarios benefactores que anden por ahí ofreciendo sus propiedades como garantía para que los inquilinos puedan alquilar. Más bien suele suceder que el ofrecimiento del título de propiedad como garantía queda supeditado a alguna relación de consanguinidad entre garante e inquilino (padres con hijos o entre hermanos son las más comunes). Entonces, casi se puede afirmar que para poder residir en CABA, sos propietario actual o potencial (a futuro vía herencia). Se trata de una condición que deja sin posibilidades a la mayor parte de la población nacional que a duras penas logra residir en una vivienda, pudiendo convertirse a la vez en un elemento central a la hora de entender las razones de la preeminencia del PRO en la ciudad.

Seguramente muchos propietarios que estén leyendo esto observen la repulsión que les genera el PRO. Me encantaría que el público lector de La Isla fuese representativo del universo de población de la ciudad… pero no. Más allá de esto, es innegable que ser propietario en este país es un privilegio y no un derecho. Y los privilegios, tarde o temprano, por escalera o por ascensor, terminan reflejando posturas ideológicas determinadas. Para dar un ejemplo, muchos propietarios que despotrican contra el PRO, no obstante, no están organizados o nucleados en organizaciones como Inquilinos Agrupados básicamente porque no lo son. Podrán solidarizarse, reenviar mensajes de WhatsApp, pero el compromiso llega hasta ahí. Seguramente tengan una educación progresista que los inclina a lamentarse por el giro reaccionario de la ciudad, pero ese giro no lo sufren en el bolsillo porque la potencia de la política de un intendente (que es en definitiva lo que es el Jefe de gobierno) no llega a sentirse de manera clara en sus billeteras. Sí, en cambio, en la de los inquilinos, en la de la población de barrios vulnerables y ni que hablar en el caso de los que no les queda otra que vivir debajo de un puente. Estrictamente hablando, el PRO no solamente gobierna para su base electoral sino que la consolida día a día en la medida en que, al impulsar el boom de los negocios inmobiliarios, restringe cada vez más el acceso a la vivienda (tanto para alquilar como para comprar).

Comparto una anécdota para ilustrar el punto. Luego de que Mauricio Macri ganara la reelección a Jefe de Gobierno, recuerdo estar andando en bici por la avenida Caseros a la altura de Parque Patricios cuando me topé con el siguiente pasacalle:

Mauricio ya te votamos, ahora haceme la vereda.”

Si bien son palabras que hablan por sí solas, nótese el solipsismo que contienen en la medida en que, cuando se refiere a la votación utiliza el plural (“ya te votamos”). Luego, cuando llega la hora de pedir, repentinamente pasa al singular (“ahora haceme” y no “ahora hacenos”). El pasacalle revela uno de los secretos del PRO: no sólo gobierna para su “público” sino que día a día lo moldea a su imagen y semejanza.

Si tenemos en cuenta que la cantidad de población de la ciudad es la misma que en 1948, cabe preguntarse cuánto han aumentado la cantidad de inmuebles. Es un dato que no pude encontrar, pero no cabe duda del crecimiento exponencial que debe haberse dado desde esa época hasta acá. Para observar un ejemplo de la realidad más reciente, basta con observar el crecimiento en el valor de las propiedades como consecuencia del lanzamiento y desarrollo de los créditos hipotecarios UVA y cómo esto seguramente afectó positivamente sobre la rentabilidad de los capitales invertidos en el sector (y, por ende, sobre el crecimiento del sector mismo). Se trata de un fenómeno que suele replicarse ante cada política que pretenda favorecer el acceso a la vivienda mediante créditos hipotecarios. En este sentido, si bien el PROCREAR contaba con la ventaja adicional de que financiaba la construcción, impulsando la creación de nuevos puestos de trabajo y aumentando la oferta de viviendas (lo cual en teoría debería generar una caída en sus precios), lo cierto es que en una ciudad donde la cantidad de población es la misma que en 1948 y el negocio inmobiliario fue y es de los más pujantes, difícilmente el problema pueda residir en una oferta insuficiente.

Esta clave de negocios inmobiliarios dirigidos a “tomar” las grandes urbes tampoco es una realidad que se limita a esta u otras ciudades argentinas. Se trata de un proceso que también se verifica en grandes ciudades occidentales, al menos desde los años ‘80, y que probablemente vaya de la mano de la crisis capitalista ocurrida a mediados de los ‘70 y de la preeminencia que las finanzas tomaron a partir de ahí. Incluso es probable que esto haya tenido una incidencia sobre el proceso de amesetamiento de las diversas propuestas culturales en las urbes y el posterior auge de la cultura artística retro (muerta) que observamos hoy en día. En el caso de CABA, el PRO aprovechó la tragedia de Cromañón para achicar y restringir la cantidad y calidad de escenarios musicales (además de sentarse sobre la tragedia para ganar las elecciones a Jefe de Gobierno).

Hace falta sumar otro dato central

“…un estudio del Centro de Estudios Metropolitanos (CEM) reveló hoy que casi la mitad (48,5%) de los trabajadores que cumplen tareas en la Capital Federal proviene del Gran Buenos Aires. A su vez, poco más del 9% de los porteños trabajan en el conurbano.” (https://eleconomista.com.ar/2020-05-casi-la-mitad-de-los-empleados-que-trabajan-en-caba-viven-en-el-gran-buenos-aires/)

Dado que es el trabajo quien genera valor, casi la mitad del valor generado en la ciudad proviene de la fuerza de trabajo que reside en el Gran Buenos Aires. Podríamos usar la figura de “fuga de excedente” que se produciría cada día hábil cuando los trabajadores y trabajadoras traspasan la frontera que separa a la provincia de la ciudad. Claro que esto genera gran parte del caos de tránsito y de circulación de personas tan habitual en los días de pre-pandemia (y me animaría a decir en pandemia también). Pero bue, “si te gusta el durazno, bancate la pelusa”.

Vamos viendo en dónde reside la “magia” de la ciudad de Buenos Aires a la que le canta el Chano de Tan Biónica en su canción “Ciudad mágica”. Estamos, en definitiva, ante una ininterrumpida caminata de regreso al “sueño” del voto propietario del siglo XIX.

Frente a este panorama, uno podría prefigurar la necesidad de una serie de reformas: gravar la vivienda ociosa e incluso modificar la Constitución Nacional para que cada ciudadano vote, no según su lugar de residencia, sino según su lugar de trabajo. Pero nuevamente, imagínense lo difícil que sería lograr esto si ni siquiera se cumplen las reglas constitucionales actualmente vigentes. Concretamente, hoy en día la cámara de diputados cuenta con 257 diputados. Número que se desprende de la “Ley Bignone” que en realidad es un decreto confeccionado para la conformación del primer Congreso post dictadura de 1983, cantidad a la que luego se le sumaron 3 diputados más cuando Tierra del Fuego se provincializó en 1991.

La cantidad de diputados fue definida entonces tomando el Censo de 1980 y asignado conforme a tres reglas que la determinan: una de ellas que busca la proporcionalidad (un diputado cada 161.000 habitantes o fracción mayor de 80.500) y dos reglas adicionales que la “compensan”:

•    Sumarle a ese número tres diputados más para todas las provincias independientemente de su población, y

•    Establecer aparte un doble “piso” que asegura al menos cinco diputados para todos los distritos (lo que beneficia a los que la cuenta les da menos) y que asegura que ninguno tenga un número inferior al que tenía en el período democrático interrumpido en 1976 (cláusula de no regresividad representacional, o “nunca menos”).” (https://chequeado.com/el-explicador/elegimos-diputados-como-si-estuvieramos-en-1980-para-la-caba-1970/)

La cláusula de “nunca menos” terminó por favorecer a la Ciudad de Buenos Aires ya que la cantidad de su población había disminuido desde 1973, contando con 25 diputados en lugar de los 21 que le corresponderían sin dicha cláusula.

El hecho inconstitucional de que nunca se actualizara la cantidad de diputados y las proporcionalidades según la cantidad de habitantes por provincia en base a los censos nacionales (el último es el de 2010), perjudicó y sigue perjudicando a varias provincias. Entre ellas, la más afectada es la Provincia de Buenos Aires que cuenta con 70 diputados en lugar de los 100 que le corresponderían si se cumpliese con lo que manda la Constitución.

Muchas veces se despotrica con razón contra los medios de comunicación por el sobredimensionamiento de las protestas caceroleras de los propietarios de la ciudad, pero rara vez se hace hincapié en el manifiesto desinterés o incapacidad del sistema político en hacer cumplir un precepto tan básico y sagrado para cualquier democracia formal como que cada voto cuenta y vale lo mismo. Para decirlo en pocas palabras: el voto cuasi propietario de los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires vale más que el de los ciudadanos y ciudadanas de varias provincias argentinas, especialmente en el caso de los “negritos” de la provincia de Buenos Aires.

De esta manera se comprueba cómo la hegemonía del gran capital encuentra amplios márgenes de expresión. Para lo que aquí viene a cuento:

  • Sobrerepresentación mediática de las posturas e intereses de las clases propietarias de la ciudad.
  • Extracción de plusvalor que toma una forma regional en la medida en que casi la mitad de los puestos de trabajo de la ciudad son ocupados por ciudadanos y ciudadanas de la provincia de Buenos Aires.
  • Un proyecto político coherente en un doble sentido: el PRO gobierna la ciudad en base a los intereses de la clase dominante. Y la concreción, desarrollo y profundización de esos intereses termina por afianzar aún más su proyecto político en la medida en que, mediante su política de vivienda, expulsa a sectores medios y populares y acrecienta la preminencia y riqueza de las clases propietarias. Esto podría parecer una obviedad, pero basta con mirar del otro lado de la vereda y observar las consecuencias políticas ambiguas y contradictorias de los denominados gobiernos “nacionales y populares” para darse cuenta de que lejos está de serlo. En consecuencia, el macrismo no sólo gobierna para unos pocos, sino que se encarga concienzudamente de que esos pocos sean los únicos que realmente valgan.
  • Un sentido común que, no por denunciar que “dios atiende en Buenos Aires”, deja de reproducirse reproduciendo esta “verdad”. Justamente es desde acá desde donde nace la “burbuja” creada por los medios de comunicación hegemónicos.
  • Sobrerrepresentación político institucional de la ciudad de Buenos Aires en la cámara de diputados y su reverso: subrepresentación de la provincia de Buenos Aires. Es llamativo que algo tan evidente y contrario a la Constitución Nacional no encuentre un movimiento, partido, sector o subsector político que lo inscriba dentro de su programa de acción política. Las razones de ello subyacen en que, como señalaba Paulo Freire, el opresor no sólo se nos presenta externamente sino que lo llevamos con nosotres a cada lugar adonde vamos. Se trata de una premisa fundamental para las potencialidades hegemónicas del proyecto de la clase dominante.