No son dedos que simplemente se meten dentro de las visiones nocturnas que al cerrar los ojos vomitamos No son cables aullando en una noche oscura colgados en maderas podridas que nos rodean No son solo unos dientes afilados esperando que algo caiga debajo de la mesa para saborear un poco de frescura Ni tampoco la voz ingenua de un niño saboreando un helado derretido sobre sus manos hechas de pequeños huesos Es la espalda a la que regamos todas las mañanas en las que juntamos un poco de mierda con los ojos entreabiertos Son poemas vestidos con la ropa del rey desnudo que saluda a sus perros de guardia Y también una moneda falsa que recorre tantas manos como el abrazo que no suelta