Imaginemos, solo por hacerlo, que el poeta nace en un viejo mercado campesino de la región Coreana de Jeolla del Sur.
Desde pequeño es arropado entre los pasillos húmedos que comunican los puestos de verduras, carne y fruta; va desarrollando el arte de la venta ambulante casi en simultaneo con los juegos infantiles. Criado en condiciones de pobreza por su padrastro luego del divorcio de sus padres, comienza a despuntar en la escritura durante los ejercicios propuestos en la Escuela Primaria. Se convierte en un asiduo triunfador de los concursos anuales de composición literaria. Cuando tiene 18 años, su padre biológico, adicto al opio y al alcohol se suicida acostándose en las vías del tren. El poeta gana un concurso organizado por el periódico «Chonamm Daily» que le permite ingresar en la Escuela Sorabol de Arte. Continúa ganándose la vida como vendedor. Gasta las suelas en los pasillos del mercado, las escalinatas de piedra percudida que rodean el pueblo. Sus coetáneos son el campesino de calzado rudimentario y la prostituta, los marineros que duermen la borrachera a la entrada de los Templos, los mendigos y proxenetas. Pero aprende a ver las flores brotar entre las piedras. Hay flores. Y sobre todo está convencido de que es escritor.
Supongamos que el poeta decide en 1970 marchar como voluntario a la Guerra de Vietnam, y lo hace. Aunque luego de algunos meses, enfermo de malaria es enviado nuevamente a Corea. Siente el filo de la muerte a un palmo. Se debate al borde del acantilado. Y salvado por poco se pone a escribir y a frecuentar templos budistas, las galerías apenas iluminadas donde los monjes rezan, como antes hacía con los caminos del mercado. Ahora hace florecer los brotes de su escritura, poemas y narraciones. También escribe para la revista»Literatura en acción» uno de los principales focos de resistencia a la dictadura. Participa de los movimientos por la democratización del país. Es encarcelado en varias oportunidades por organizar levantamientos, hasta que finalmente es enjuiciado por infringir las leyes de seguridad nacional y hecho prisionero. En el marco del cumplimiento de la pena, la Madre del poeta se suicida no pudiendo sobrellevar el golpe del encarcelamiento de su hijo. Y entonces como una eclosión de todos los dramas acumulados por aquellos habitantes de callejones húmedos. Los envueltos en harapos, los mendicantes, las prostitutas y los vendedores sin rumbo asaltan su lengua y su verbo y comienzan a amontonarse en publicaciones literarias. Tanto sea narrativa como poesía. Siempre un vehículo para aquellas historias y esas voces silenciadas. Hoy constituyen unas de las obras más destacadas de la literatura coreana contemporánea.
¿Alguna vez habré dejado de ser una flor
en mi vida pasada?
Los protagonistas de los libros de Song Kiwon son los habitantes del subsuelo social, excluidos incluso entre los trabajadores más pobres. El poeta se expresa como uno más, un hermano en el camino de los sufrientes. En su obra adulta, Kiwon que con el tiempo se ha convertido en un experto de las tradiciones Budistas y divulgador de algunos de sus textos religiosos más importantes, utiliza el recuerdo de su infancia como crisálida donde transformar la fealdad en belleza. Brotes en el barro como dicen que florece el loto. Naturalezas que expresan un camino de correlaciones entre el cielo, la tierra y el subsuelo. En su tercer y más reciente poemario «Flores mías que nunca las he visto» hay un intento de profundizar en esas historias subalternas, articuladas cada una a partir de la imagen de una flor. El Crisantemo, la Anémona, la Azalea o la Flor de nieve, son metáforas de la persistencia de la voluntad, del fraternal amor entre los humildes y de la interminable búsqueda de redención.
Peonia
Desde que el dolor que me provocaste
se transformó en alegría
que llena y desborda mi capacidad,
ya no puedo obedecer más al dolor.
A esa capacidad de mi propia vida
para mantenerme hambriento y jadeante
tampoco le hago más caso.
Un hombre ha entrado profundamente dentro de una mujer.
¿Cuántos nudos tendrían sin resolver?
Después de iluminar de rojo la noche entera,
ese hombre sollozó como lloran las bestias.
Al marcharse el hombre, en ese lugar vacío
donde todavía resonaban los ecos del llanto,
le llegó a la mujer la fragancia de flores del castaño.
Crisantemo Siberiano
Al no admitir que encarcelaron a su hijo,
a la vieja madre se le hace un nudo en la garganta.
Arrastra su cuerpo medio paralítico
su cuello lo cuelga de la manija del portón
En el lugar en que posó la última mirada la anciana
en ese ariete del patio, florecen crisantemos siberianos.
Suavemente se mecen los crisantemos
que su hijo había traído del monte trasero.
A la vieja madre se le detiene la respiración
y su cuello debilitado se inclina hacia allí.