Cualquiera que tenga honestidad intelectual coincidirá en que el préstamo otorgado a la Argentina por parte del FMI en el año 2018 tuvo motivaciones políticas. Básicamente, entre ellas, se suele mencionar la de permitir la reelección de Cambiemos. Más difícil es que se mencione la de abrir una ventana de tiempo para la fuga de capitales de origen internacional pero también local. Si sólo nos quedáramos con estas dos únicas motivaciones, podríamos concluir que el resultado del préstamo, desde el punto de vista del Fondo, fue ambiguo. Permitió la fuga de capitales, pero no logró la reelección de Cambiemos. Sin embargo, dicho planteo resulta engañoso dado que la motivación más profunda detrás del préstamo fue condicionar negativamente el desarrollo económico y social argentino por décadas y décadas. Lamentablemente —aunque no casualmente— este objetivo suele escapársele a aquelles quienes toman decisiones de política económica en el actual gobierno ¿El FMI quiere impedir el “desarrollo” argentino porque es malo? No. El Fondo representa los intereses del gran capital financiero internacional y los de las potencias occidentales con Estados Unidos a la cabeza. Los distintos posicionamientos que pueda tomar este organismo internacional siempre serán el reflejo del estado de relaciones y la correlación de fuerzas entre los distintos elementos que lo componen. En principio y muy esquemáticamente, no es lo mismo ser la expresión económica del gran capital que su expresión política, hay una infinita cantidad de mediaciones que van desde lo económico a lo político y desde lo político a lo económico. A este esquema hay que agregarle los conflictos geopolíticos de occidente con China y Rusia, además de la tendencial decadencia de la hegemonía estadounidense y el proceso hegemónico chino. Si como fuerza económica, el gran capital no es un bloque monolítico, mucho menos lo es aún desde un punto de vista político. El carácter periférico, dependiente y atrasado de nuestro país no es un mero accidente de la historia, un problema de políticas económicas mal diseñadas o mal aplicadas: es una más de las expresiones de una división histórica internacional del trabajo que, si bien ha sufrido cambios a lo largo de la historia que han implicado modificaciones en nuestra inserción internacional, en el fondo nunca hemos ido mucho más allá de los mandatos hegemónicos impuestos internacionalmente (las distintas dictaduras de nuestra historia se han encargado de ello). El préstamo concedido por el Fondo nos impone nuevamente el papel concreto que el gran capital internacional y las grandes potencias requieren para el país: en un contexto de transición de la matriz energética y de relativa escasez de energía, a nuestro papel histórico de proveedor de materias primas, se le suma ahora ser proveedores de petróleo y gas. Si para pagarle al Fondo tenemos que aumentar las exportaciones a como dé lugar ¿no será entonces justamente ésta la verdadera motivación que tuvo el FMI al otorgarnos el préstamo más grande de toda su historia? Si esto fuese así, detrás de los proyectos de ley enviados por el ejecutivo para otorgar beneficios impositivos y esquemas de promoción a la gran burguesía que actúa fronteras adentro y está asentada en sectores exportadores (agroindustrial, hidrocarburífero y automotriz) con el objetivo de que aumenten exponencialmente sus exportaciones, simplemente viene a cumplir con las necesidades de las potencias occidentales que el Fondo, vía deuda, vino a imponernos. A esto el gobierno nacional intenta “venderlo” bajo el paraguas del “desarrollo nacional”, que traería aparejado crecimiento industrial, generación de empleo y otras múltiples maravillas. Mediante el crecimiento exponencial de las exportaciones, el Estado nacional consigue los dólares para pagar la deuda y el FMI garantiza la provisión de nuestros recursos naturales.
Desde el punto de vista medioambiental, tenemos un gobierno que quiere presentarse como “verde”, que promete estrictos controles para que los megaproyectos multinacionales no generen daños en el ambiente. Mientras tanto, los puertos privatizados son controlados por las grandes cerealeras, quienes con una simple declaración jurada informan a los organismos públicos correspondientes la cantidad de granos exportados. Mientras tanto la ley de humedales duerme en algún cajón de escritorio del congreso y las leyes de cariz medioambiental sancionadas durante el kirchnerismo tienen nulo cumplimiento. Mientras tanto el precio de los alimentos locales sigue por las nubes. Mientras tanto seguimos teniendo la ley de entidades financieras de la dictadura y el 90% de las reformas estructurales del menemato siguen vigentes (como por ejemplo que el Estado nacional haya cedido los recursos hidrocarburíferos a las provincias). Esta enumeración nos puede dar una idea de a qué se refieren con “estrictos controles medio ambientales”.
Lo dicho hasta aquí sirve como ilustración empírica de qué es lo que es un préstamo “político”. Conceptualmente, político quiere decir que lo que se está poniendo en juego es el poder, que lo que se trata de ganar es poder. Nuestra relación con el FMI se caracteriza por una asimetría de poder estructural. En la medida en que la misma no se vio modificada, el acuerdo al que arribamos no hace más que traslucir dicha asimetría. Por ello, el problema para arribar a un buen acuerdo nunca tuvo que ver con cuestiones técnicas y mucho menos por el enfoque “personal” de las relaciones internacionales entre un Estado y un organismo, por si Guzmán se lleva bien con Kristalina, por si el Papa intercedía a nuestro favor o por “Juan Domingo Biden”. Mucho menos se podía encadenar la posibilidad de llegar a un acuerdo aceptable a si el Fondo había “reflexionado” y si se había dado cuenta de sus errores y del efecto recesivo de las recetas que suele recomendar: eso es no entender qué es el Fondo, para qué sirve y —mucho peor— es no entender qué es el poder.
La única manera de arribar a un buen acuerdo era acumulando poder político. Si bien las relaciones internacionales son importantes, en el fondo las declaraciones de buena voluntad que se pudiesen conseguir por parte de los distintos países miembros del FMI son como castillos de naipes, dependen de qué pasa con el poder puertas adentro. Por otra parte, primero habría que definir cuál es el objetivo. Es decir, qué es un buen acuerdo. Según el gobierno, un buen acuerdo significa no restringir el crecimiento económico permitiendo a su vez una redistribución del ingreso mediante la generación de empleo y la reducción de la pobreza y la indigencia. Si este es el objetivo —vamos a suponer que sí— lo primero sería sopesar cuáles eran las verdaderas chances de lograr un acuerdo que permita cumplir con dicho objetivo. La historia y los intereses que mueven al FMI mostraron y muestran claramente que lograr un acuerdo que no coarte dicho objetivo es y supo ser una tarea casi imposible. Por ello, el default nunca debió dejar de estar en el horizonte de posibilidades. A su vez, llegando a un acuerdo o defaulteando la deuda, la única posibilidad de éxito pasaba por la acumulación política que el gobierno pudiese lograr. El problema es que al gobierno nacional nunca le interesó acumular poder político o—para ser justos— equivocó los caminos que le permitirían alcanzarlo. Tratando de congraciarse con el poder económico local hizo algo parecido a un niñe que sufre bullying en el colegio y que piensa que cediéndole voluntariamente el almuerzo a su agresor/intimidador lo va a calmar y de esa forma va a lograr que lo deje de molestar. Eso es no entender el poder. Un camino lógico debería haber transitado por:
- Movilizar virtual/presencial pero sobre todo mentalmente a la población, explicar cuál era la situación, cuáles eran las razones del préstamo y cuál era el horizonte de opciones posibles. Pero no hacerlo el último mes sino desde el principio de su gobierno.
- Organizar a los sectores populares, pero no pensando la organización como una entelequia sino como un proceso que se pone en juego en la disputa misma, un efecto práctico de un proceso de lucha que permitiese ir rompiendo con la precarización de las mentes herencia del macrismo. Saber elegir las disputas de forma tal de que permitan una acumulación de poder que facilite encarar nuevas luchas más complejas y seguramente más trascendentales. Por ello, aquel que opina “la correlación de fuerzas no da para más”, mientras se coloca por fuera de la coyuntura político-económica cual lector “objetivo” de la realidad, no casualmente se transforma al mismo tiempo en un actor impotente respecto a esa misma coyuntura: ser “objetivo” termina pareciéndose mucho a ser un objeto pasivo que se mueve al compás de una coyuntura que también está descabezada, que también aparece como inalcanzable, la objetividad que proyecta también se interioriza. Si se acuerda en que el nivel de movilización y conciencia de los sectores populares es un proxi de su nivel de organización y que la organización siempre es organización en pos de algo (nunca una abstracción), se llega a la conclusión de que nunca puede haber correlación de fuerzas favorables si un gobierno transita sus años en el poder evitando cada uno de los conflictos que se le aparecen cada vez que, para modificar el nivel de desigualdad existente, requiere sí o sí confrontar con los intereses del gran capital.
- Utilizar los momentos de mayor capital político para acumular aún más capital político y, en base a eso, elegir los momentos de confrontación que le fuesen más propicios. Manejar la agenda y no ser manejado por ella. Un buen ejemplo de lo que no había que hacer es no esperar a sellar un acuerdo con el FMI en el momento en que las reservas escasean.
- Como la disponibilidad de reservas es un elemento de poder, evidentemente despilfarrarlas pagándole vencimientos al Fondo y, peor aún, vendiéndole divisas a los grupos económicos para que salden supuestas deudas en dólares (8 mil millones este último año) no parece ser la mejor de las ideas… Para colmo, esos mismos grupos son en gran parte los responsables de la fuga de capitales.
- Explicar cuál es el negocio de la deuda, quiénes son sus beneficiarios locales, exponerlos pública y penalmente.
- Judicializar la deuda en tribunales internacionales. Si bien no está garantizado el resultado, sí puede ser un elemento de presión que además ayude a poner sobre la mesa la problemática.
- En función del contexto geopolítico, explorar posibles formas de financiamiento de la deuda vía China. Si bien nada indica que el resultado final sea mejor, al menos puede ser un elemento de presión.
En líneas generales, el gobierno hizo poco y nada de esto y, en el caso de explorar alguna de estas posibilidades, lo hizo tarde y mal. Como es lógico, al ser débil el planteo conceptual, al no entender cómo funciona el poder, el resultado nunca podía resultar positivo.
Respecto a este último punto es vital entender que, por más fuerte que sea el poder que nos subyuga, siempre hay una alternativa posible a la de ceder a la extorsión. La mayor manifestación de poder es aquella que siembra miedo y parálisis, la cúspide del ejercicio de poder es la de la amenaza que triunfa y somete al otro. Por eso, cuando un gobierno (una persona, una organización, etcétera) se encuentra del lado desfavorecido de la relación de poder, no sucumbir al miedo y a la amenaza extorsiva, es siempre —por definición— colocarse en una situación donde la relación de poder ahora es por lo menos un poquito menos asimétrica, es hacer subir al ring al contrincante. Obligarlo a una demostración de poder es poner en cuestión a ese mismo poder, es exponerlo y hacerlo mostrar su verdadera cara. Que este razonamiento permita alcanzar un mejor resultado en este caso depende de la forma en que el gobierno argentino se preparó para la ocasión y he aquí la fuente de los problemas actuales.
El reciente acuerdo solo sirve para patear el default para adelante y de paso —con la ayuda del congreso y de los opositores fervientes defensores del gran capital— terminar de legitimar la deuda ilegitima y fraudulenta contraída por el gobierno anterior. La historia se encargará de juzgar a quienes la contrajeron y a quienes “resolvieron” el problema.
Excelente analisis que contiene ademas una clara postura ideologica que nos permite acordar y sobretodo preguntarnos que pasara con el acuerdo en el congreso fundamentalmente en el senado. Gracias por los aportes y por la Isla
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