Estamos inmersxs en una coyuntura política muy compleja que quizás, en una de esas, termine definiendo la naturaleza del gobierno actual. Para poder empezar a decodificarla, conviene repasar los “hitos” más destacados de las últimas dos semanas:
Conflicto por las tarifas del servicio eléctrico: las diferencias respecto a la política económica al interior del gobierno siempre estuvieron ahí para quien quisiese observarlas. Lo particular en este caso es el nivel y la forma específica en que terminaron trascendiendo. Y sería un error calificar esta particularidad como un mero accidente. A su vez, no solo importa el desarrollo público de este conflicto sino también su desenlace. La operación política/corporativa de un sector del gobierno generó dos resultados: por un lado, cual maniobra de judo, la virulencia y mala leche en contra de la posición kirchnerista y su referente eléctrico Federico Basualdo, terminó por asentarle un golpe en los riñones al ministro Guzmán y seguramente a alguno de sus secuaces en jefatura de gabinete. Por el otro, un nuevo error “no forzado” que socava todavía más la figura del presidente y del gobierno en sí. Ahora bien, la manifestación pública del conflicto responde a la necesidad de un sector del gobierno de “invocar” al poder de lobby de las privatizadas y a la fuerza de choque de los medios monopólicos de comunicación para resolver la disputa a su favor. Esto no hace más que manifestar la debilidad relativa de este sector al interior del espacio político. En este sentido, podríamos suponer que el desenlace del hecho ya estaba implícito en sus orígenes. Algo que se refuerza aún más si observamos la posición/no posición de Massa, quien parece ser la expresión en carne y hueso de la histórica naturaleza pendular de la burguesía “industrial” argentina. Todo lo dicho no implica que Alberto haya tenido una postura clara hacia uno u otro lado (o al menos que haya tenido la fuerza necesaria para imponer su visión).
Disputa por la presencialidad y la sentencia de la Corte Suprema de Justicia: De vuelta, errores “no forzados”. Alberto emite un decreto prohibiendo la presencialidad en los colegios del AMBA el mismo día en que sus ministrxs de educación y salud salían por los medios diciendo que la presencialidad no estaba en cuestión. Luego viene la reacción de Larreta y del poder al interior de la justicia que le es claramente afín. Esto es notorio en la medida en que visualicemos cómo hoy en día la posición a favor de la presencialidad se ha debilitado y hasta el gobierno de la ciudad se ve en la necesidad de limitarla ¿qué cambió en el medio? Principalmente la postura pública del gobierno nacional (y de C5N y Página 12) y con ella, el nivel de conciencia de la población. La ambigüedad e incoherencia continúan cuando observamos la ambivalente postura del gobierno respecto a la intervención de la corte suprema: primero consideró que la injerencia del máximo tribunal era incorrecta dado que el status de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no es el mismo que el de las provincias, luego se entregó a la esperanza de un fallo favorable y, por último, se preparó para un fallo contrario. Por otro lado, se hace evidente que los integrantes de la corte no tienen síntomas de covid, el olfato no les falla, huelen sangre y actúan en consecuencia.
Fallo a favor de la Sala II de la Cámara Contencioso Administrativo Federal dictando una medida cautelar a favor de Telecom que suspende temporalmente los artículos 1 al 6 del Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) 690/2020 que declaraba a la telefonía, internet y la televisión paga como servicios públicos. Como seguramente cada unx de lxs lectorxs puede comprobar en sus facturas de internet, estas empresas vienen aumentando el precio de sus servicios desconociendo los marcos regulatorios y disposiciones del Enacom. Incluso antes del fallo de la sala II. Cabe preguntarse cuál es el rol del Enacom y de su titular, el massista Claudio Ambrosini, quien parece un poco lento y perezoso a la hora de pronunciarse y desarrollar los instrumentos que tiene para concretar la regulación del sector. Recordemos, el Enacom es un invento de Macri que vía decreto anuló la AFSCA y creó el ente.
Las negociaciones de Guzmán con el FMI. A juzgar por las recientes declaraciones del vocero del fondo “El Ministro Guzmán es nuestro socio en esas discusiones. Y no especularía más, estamos completamente comprometidos con él en este momento“, cabe preguntarse quién es el que tiene que salir a respaldar a Guzmán, si el fondo o el gobierno ya que, hasta donde sabemos, se trata de un Ministro de Economía y no de un funcionario del organismo. Fronteras adentro del país, esto se parece mucho a un “abrazo de oso”, pero también termina por confirmar la alianza entre Guzmán y los medios hegemónicos que antes lo tildaban de académico inútil y ahora del único resorte contra la magia negra que Maléfica lanza contra Alberto Fernández.
Prórroga de la concesión de la hidrovía Paraná-Paraguay. No se puede dejar de mencionar las recientes declaraciones del flamante Ministro de transporte Alexis Guerrera quien descartó de plano la estatización de la hidrovía en el contexto de la prórroga de la concesión por 90 días. Si bien resaltó el hecho de que este tema comenzó a tener un lugar prominente en la agenda política, no obstante, dijo “No quisiera tampoco, a pesar de que hace horas que soy el ministro, sumarme a la dramatización de la Hidrovía”, luego prometió una mayor injerencia y control del Estado. Nuevamente, se trata de un asunto en el que hemos visto las varias oscilaciones en la posición de Alberemo.
Por último, el reciente acto en Ensenada parece haber sido una suerte de reacción del gobierno frente al laberinto en el que se metió y es probable que el mazazo recibido de parte de la corte suprema paradójicamente haya contribuido a volver a poner a los patitos en fila. Dados los amagues constantes, es difícil prever si lo que allí se observó y escuchó va a implicar el desarrollo de una política más coherente. Sea como sea, no se puede dejar de observar que: a) El acto fue en Ensenada, un municipio donde se generaron grandes transformaciones al calor de los gobiernos kirchneristas; b) excepto por Massa y Alberto, el resto de las figuras principales son conocidos kirchneristas y cristinistas; c) las palabras del Intendente Secco, quien al saludar a quienes estaban en el escenario, casualmente se olvidó de nombrar a Massa. Luego, más allá de una frase poco feliz, llamó a la confrontación con los factores de poder y volvió a poner sobre la mesa el desastre económico y político de los cuatro años macristas; d) las palabras del Ministro de Desarrollo Territorial y Hábitat de la Nación Argentina y ex intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, quien mediante una comparación futbolística observó la necesidad de acabar con ciertas ingenuidades del gobierno nacional (y de Alberto) llamando a tomar conciencia de dónde y contra quién se estaba jugando; e) el hecho para nada menor de que no hablaran ni Massa ni Cristina; f) aunque no resulte una novedad, cabe mencionar el respaldo que le dió Kicillof al presidente; g) el discurso mucho más incendiario de lo común de Alberto. Ojo, es sólo un discurso y sabemos la distancia que suele haber entre sus palabras y sus acciones.
Repasando algunas notas publicadas en La Isla me encontré con esto:
“Pareciera que el plan moderado alfonsinista del gobierno todo el tiempo se le vuelve cada vez más inviable ¿Coronavirus mediante? En verdad, el coronavirus acelera un proceso o, más bien, una encrucijada, que de todas formas hubiese llegado. Pero la velocidad es un factor disruptivo en sí mismo, su contenido de anormalidad es el alimento impensado del cual un gobierno lleno de contradicciones no tiene otro remedio más que alimentarse. Y como bien solían repetirnos nuestros sadres, somos lo que comemos.” (https://revistalaisla.com.ar//el-peronismo-y-lo disruptivo/?preview_id=680&preview_nonce=698d05ddb1&preview=true&_thumbnail_id=682)
Creo que, en lo fundamental, estas palabras siguen siendo correctas. El problema es que a la celeridad de los acontecimientos se le contrapone la pereza en las decisiones y acciones gubernamentales. En ese sentido sí es cierto que las palabras citadas han pecado de optimistas, la oportunidad de excepción que brindaba la pandemia ya ha sido desperdiciada. Estamos ante un gobierno al que todos se le animan. Nótese que los medios de comunicación hegemónicos ya no necesitan inventar cosas como cuando gobernaba Cristina, con los monumentales tropezones del gobierno nacional les basta y les sobra.
Cuesta creer que el nivel de desmanejo pueda deberse a incapacidad. Después de todo, se trata de un presidente que fue jefe de gabinete de Néstor Kirchner, figura a quien difícilmente se le pueda criticar por falta de pericia política. Es más probable que los errores no forzados sean síntomas de otra cosa. Es como si Alberto se topara otra vez con el 2008, esta vez siendo presidente. Quiere aprovechar la oportunidad y hacer una crítica práctica a la postura kirchnerista, quiere demostrar que el conflicto era evitable, que la negociación, el consenso, el diálogo… la rosca —para hablar en criollo— podían y pueden más. Pero todo el tiempo se choca la cabeza contra la pared. Qué sucede cuando el rey de los pragmáticos viene jugando una ardua partida y empieza a ver que está acorralado, moviendo una u otra pieza lo único que logra es retrasar el momento del jaque mate. Su pragmatismo de hacer lo que se pueda con lo que hay ya no le sirve y el tiempo corre y los márgenes se acotan cada vez más. Instaló por todos lados que este año los salarios le iban a ganar a la inflación y el poder económico se encargó de corregirlo, no quiere aumentar las retenciones y entonces los que aumentan son los precios de los alimentos; mientras el salario mínimo está por la mitad del costo de la canasta básica alimentaria y la pobreza está arriba del 40%, su ministro de economía se la pasa dictando cátedra sobre la consistencia macroeconómica y pone la segmentación de las tarifas como la principal solución al déficit fiscal (cuando el impacto de una eventual segmentación jugaría un papel discretísimo sobre el nivel del déficit); Alberto sigue con el jueguito de la rosca con los gobernadores y burócratas sindicales de siempre y, a cambio, consigue poco y nada. El presidente empieza a experimentar los límites de la política de palacio, con cada puteada empieza a emerger el hecho de que ese statu quo político-sindical y económico con el que se la pasa “dialogando” es el que nos llevó a la situación económica que atravesamos, que no se trataba de una cuestión de modales o formas, que la única forma de salir de la encrucijada es barriendo todas las piezas del tablero, juntar todas las cartas de la mesa, barajar y dar de nuevo. Por un lado, lo corre el miedo al ridículo del cual es difícil volver. Por el otro se corre él a sí mismo. Su principal limitación es él mismo.
La decisión de Cristina de bajarse de la candidatura presidencial y acompañar a Alberto Fernández como candidata a vice, obedeció a un cálculo político bien fundamentado. La idea probablemente haya sido asegurarse ganar la elección, pero sobre todo facilitar la gobernabilidad ante una eventual victoria. Si se hubiese podido agregar la pandemia a esta ecuación, es probable que el resultado hubiese sido distinto. Se sabe que el momento de lograr concesiones en el poder económico no es cuando está más fuerte (posición que podría llevarnos al error de considerar que está en condiciones de demostrar cierta generosidad), sino cuando está más débil y requiere de la ayuda del Estado. Esa llave quedó desperdiciada después de un año y medio de una política más bien timorata, que hasta ahora no tiene ningún logro clave y contundente en su haber. La decisión de Cristina partía de una comprensión sobre su posición de relativa debilidad. Al mismo tiempo, descolocaba a la oposición y rearmaba el tablero político. La vicepresidenta tiene esta capacidad no solamente por el lugar que se ha ganado a lo largo de los años sino también por una inteligencia que está muy por encima de la media y que —claro está—, es también una de las razones principales que la ha llevado a ocupar el papel gravitante que juega sobre la sociedad argentina. Pero por más potencia que podamos encontrar en sus acciones y declaraciones, no dejan de ser manifestaciones que son concebidas teniendo bien en claro cuáles son sus limitaciones (este es uno de los puntos fuertes por los que las caracterizo de inteligentes y lúcidas). Cristina es como ese personaje de Matrix que al intentar doblar una cuchara con la mente lo que hace es doblar el espacio. Con sus acciones logra modificar el punto de vista desde el cual los actores propios y ajenos observan la realidad. Pero la realidad sigue allí impoluta. En algún punto, se trata de un problema histórico del peronismo que nunca logró retraducir la autonomía relativa del Estado en un cambio contundente en la estructura económica (especialmente en su estructura de propiedad).
Retomando otra nota:
“Cristina el año pasado, con un tobillo demacrado y sabiéndose en inferioridad de condiciones, se mandó, pasó a uno, a otro, se la tiró larga al tercero y dio un pase entre las piernas de un brasilero dejándolo solo al Cani/Alberto contra el arquero. ¿Jugada magistral?
Habrá que ver si en YouTube aparece en un compilado de goles o, si mucho tiempo después, en uno de esos videos que te muestran los goles fallidos, de esos en los que no podés creer la mala suerte de que justo tuviera que definir ese burro infaltable que condena una jugada magistral al olvido. Por ahora, todavía estamos a tiempo de gritar:
“es por abajo”
Como siempre Guido se destaca por minuciosidad y síntesis.
Es más que una buena síntesis de nuestra actualidad política de estas últimas semanas. Y quizás sin proponérselo también marca el rumbo!
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