Mirá, la verdad es que ya me tienen hasta acá de esas boludeces. Yo ya no entro en esa; qué te puedo decir. No me interesa, no. Capaz que pega para algunos giles que todavía están enganchados con esas sanatas. Ojo, no es que a mi nunca me pasó. No, no. Yo me la comí por muchos años, por eso te digo. La verdad que sí, pero ya está. A este gil, no se la venden más. Igual si a vos te parece que puede andar bien, dale para adelante, cada uno hace lo que quiere. Pero yo ni en pedo me meto en esas cosas. Además es gente muy mediocre sabés… esta ciudad es como una máquina de generar esos tipos. Y lo peor de todo es que a veces se presenta como un orgullo de esta ciudad, de este pueblo. Que se vayan a cagar. Pero igual, es lo que te digo, vos hacé lo que quieras… qué se yo. En una de esas, la pasas bien. Pero en el fondo es pura sanata, puro chamuyo. A mi no me la cuentan, sabés todos los años que perdí con esas boludeces, ni te digo. Convidame un pucho. Hace bastante que no fumo, por eso no compro. Pero lo que me gusta de este lugar es que se puede fumar. Y ahora que te veo a vos me dieron ganas. Bueno, no es que dejé de fumar tampoco, pero fumo así, esporádicamente. No… a mi dejame tranquilo que ya bastante tengo. Está todo al revés en esta ciudad. Están todos locos, por eso yo no veo la hora de irme a la mierda. Pero no te digo a otro país, eh. No, no. Me quiero ir a una provincia, no sé, o por lo menos a las afueras de la ciudad, pero no al conurbano, obvio que no, porque eso sería la misma locura que acá pero con las veredas rotas. No, por dios, dejáme de joder. Pero sí, un día de estos, cargo el auto y me voy a la mierda, y nos instalamos en algún lugar, qué se yo, a una hora de acá. Que no tenga que toparme con ningún boludo mientras saco a pasear al perro. Vos podés creer que cada tres pasos hay un sorete en esta ciudad de mierda. Nunca mejor dicho “de mierda”. No, si es que uno se termina cansando. Sí… es sólo cuestión de encontrarles un buen colegio a los chicos y listo. Hasta creo que no sería muy difícil convencerlos. Por momentos los veo así como de reojo, o por el espejo retrovisor del auto, cuando van sentados atrás mirando por la ventana, y me parece que hasta piensan cosas parecidas a las que te estoy diciendo. Por supuesto que no exactamente así. No, claro. Porque son niños. Pero se los ve como desilusionados con eso que miran, hasta creo que la humedad y el calor les genera un rechazo tal que no tardarían mucho en alegrarse cuando les digamos que nos mudamos a otro lugar. No sé… son niños pero parece que se dan cuenta de que la vida en este lugar está condenada al fracaso. Cuando invitan a algunos compañeros a jugar a casa, algo que no es muy habitual, no pasa más de media hora que ya están queriendo que se vayan. Se alejan, y los dejan jugando en la habitación mientras ellos se vienen al living a hacer otra cosa. En general, yo estoy ordenando mis papeles de laburo, y ellos prenden la tele o juegan con los celulares, y esos ruidos me molestan, pero no les digo nada y los dejo, ya que los veo así como incómodos, con ganas de que sus amigos se vayan. Yo lo veo, me doy cuenta. No sé… Hago mucho esfuerzo por educarlos bien, no puedo relajarme en eso. Porque todo lo que los rodea significa un peligro para mí. No quiero que se contagien de esa cultura mediocre que los rodea, el culto a la vagancia, a no esforzarse por los objetivos que se quieren conseguir. Sus compañeros de colegio son exactamente así, niños mal criados desde bebés, con todas esas pelotudeces del apego y todo ese chamuyo. Cada tanto los padres de los compañeros organizan actividades en algún parque, así como un picnic con juegos y todo eso. Es repugnante, te juro que me dan ganas de vomitar. Esa clase media porteña, es realmente detestable. Las madres ahí tiradas en el pasto, todas transpiradas, con polleras largas como si fueran manteles y esas sandalias de feria. Te juro que las miro y no se me ocurre cómo eso puede ser el objeto de deseo sexual de alguien. Pero claro después los miro a los padres y entiendo todo. Son todos tipos uno más feminizado que el otro. Es que es así hoy en día. Las mujeres se empoderan y los hombres se hacen mujeres. Al menos es así en la clase media de esta ciudad. A ver, tampoco es que creo que es solo en esta ciudad, no, no. Esto es así en todo el país seguro, o por lo menos en las ciudades. Pero lo que tiene de bueno vivir así en algún lugar de la provincia alejado, es justamente eso, que hay distancia entre vos y algún otro. Y no es que me encante la vida silvestre ni nada de esas boludeces. Pero tampoco quisiera vivir en alguna otra ciudad, menos mediocre, pero ser un ciudadano de segunda toda mi vida. No, no. Así que me consuelo solo estando alejado. ¿No te decía lo del esfuerzo? Pedimos hace como media hora y todavía no nos traen nada. Se supone que estos lugares solo existen por los horarios de comida de las oficinas, y tardan media hora en traerte algo. Hay que ser muy boludo eh… Te dije, yo solo vengo acá porque se puede fumar. Volviendo a lo de irme de la ciudad, sabés que en el verano estuve con mi familia en un country. Alquilamos una casa unos quince días. Cinco habitaciones, jardín con parrilla y pileta, televisión con cable; nada mal. Mi intención era ir, y así como me bajaba del auto, me tiraba en una reposera a tomar sol, y si me daban ganas me mudaba al sillón, y si quería me iba a la cama en el momento que se me cantaba, sin que nadie me rompa las bolas. Y bueno, así fue, lo disfruté. Pero claro, eventualmente las máquinas de cortar pasto, los perros, y los hijos de los vecinos aparecen de alguna manera para romperme esa calma. No es que mis hijos no lo hagan, sí que lo hacen pero bueno, no hay demasiado que pueda hacer sobre eso, más que decirle a mi mujer que se encargue en los momentos que quiero esa tranquilidad. A veces, por la tarde, me iba a caminar un rato. Y sabés que no estaba tan mal, y hasta llegué a pensar que podría darme mucho placer vivir en un lugar así. Porque, sí, las casas estaban muy pegadas y las molestias de los vecinos se hacían difíciles de tolerar, pero a la vez, ese ambiente depresivo que irradia la misma depresión de las personas auto excluidas, de alguna manera hacía que me sienta más ligero, o más seguro de que nadie me iba a romper tanto las bolas, como sí, en cambio, me pasa en cada esquina de esta ciudad. Así que esa parece ser la solución, la depresión nos hace más tolerables y tolerantes. De ahí, que en esos lugares todo sea así como muy medido, viste, pareciera que cada puto arbolito está en tal lugar y de tal forma porque hay alguien que así lo quiso. La desprolijidad que puede aportar la naturaleza corre el riesgo de desequilibrar a los que viven en esos lugares, de deprimirlos, o al menos a sus mujeres. No sé, o tal vez es al revés, pero qué se yo, es el huevo o la gallina. Así que bueno, la estoy pensando. Aunque tenga que manejar tres horas por día para laburar, sigue siendo mejor. Igual, todavía estoy pagando el departamento, así que solo estoy proyectando, qué te puedo decir. Pero bueno, también estoy a la espera de una reunión para invertir una guita. La guita no es mía, pero tengo un socio hace unos meses, que acaba de vender una fábrica de muebles y deco para el hogar. Una de esas que comercializaba en la avenida Belgrano, viste, que está lleno. Pero bueno la cosa es que el tipo estaba buscando alguien que se mueva, así que ya encontré algunos fondos de comercio para invertir en una cadena de restaurantes. Lo tengo que llamar en un rato para concretar unas cosas. Hablando de eso te tengo que pasar mi nuevo numero, así arreglamos que te vengas un fin de semana a casa, con la familia. Deberías conocerlo a mi socio, es un tipo bárbaro, te llevarías bien. Resulta que se murió el padre y fue una revelación completamente liberadora para el tipo. Se separó y se mudó a un piso en Libertador y cuando no está conmigo tratando de quemar la plata de su familia, está con sus abogados intentando no garpar la manutención de los hijos, o las extorsiones de su exmujer. Y los fines de semana recorre todo boliche y cabarulo de la ciudad. Te podrás imaginar todas las historias desopilantes que puede contar. Debería organizar una reunión para que se conozcan. Bueno, ya era hora. Estaba a punto de irme a la mierda sin pagar. Lo bueno es que se puede fumar en este lugar, eso ya te lo dije. Pero los canelones también son muy buenos, deberías probarlos algún día, aunque ese bife se ve muy bien. Salud, che, por los viejos tiempos. Te juro que cada vez que me acuerdo de ese edificio y de ese barrio, instantáneamente me agarra dolor de cabeza. Lo único que me lo hace soportable era el recuerdo de cuando nos subíamos a la terraza con un balde lleno de bombitas de agua para tirarle a la vieja del sexto piso, ¿te acordás? Religiosamente salía a las cinco de la tarde para ir a comprar, y ahí estábamos nosotros, cinco menos diez, esperándola. Y ella como que lo disfrutaba, porque al otro día volvía a salir a la misma hora. Era realmente muy gracioso, verla quejarse empapada volviendo a su casa a cambiarse. Estaba muy sola, pobre vieja. O cuando esparcíamos soretes de perro en el hall justo antes de las reuniones de consorcio y la ligaba siempre el encargado. Pero cuánto puede durar eso en la vida de una persona. Cualquier otro recuerdo es repugnante. Era un barrio decadente, y un edificio deplorable. Eran todas personas de descarte. Nunca me sentí cerca de nadie, te lo juro, excepto de vos, claro. No te puedo ni contar la cantidad de veces que les imploré a mi padres que nos mudemos. Pero eso era imposible. Ellos apenas podían soportar sus propias existencias, a duras penas lograban ponerse de acuerdo para hacer la cena, imaginate una mudanza. Sería un experimento desastroso, como cada cosa que se propusieron. Yo los quiero mucho, no me malinterpretes, solo siento algo de pena por sus frustraciones. Pero bueno, qué vas a hacer. Por eso, yo, apenas pude tener una plata para mí, me fui a la mierda. Y te juro que no volví a pisar una baldosa de ese lugar. A veces paso a buscar a mi vieja, pero no bajo del auto en absoluto. Vos tendrías que haber hecho lo mismo, no puedo creer cómo seguís viviendo ahí, cómo podés soportar que cada vez que salís, por más cerca que vayas, va haber un sorete de perro esperándote ahí, fresquito. Es una cosa de locos, algo intolerable, es imposible caminar por ahí sin pisar un sorete, es repugnante. Por eso jamás salgo del auto. Me acuerdo de esas kermeses o fiestas ahí en la plaza que organizaban religiosamente todos los domingos. “La comisión vecinal” o “La sociedad de fomento”, algún nombre así con palabras pretenciosas usaban para darse a conocer. Se pasean por el barrio, además, como si sus reuniones con bizcochitos de grasa y mates lavados fueran algo vital para cada uno de los habitantes de ese barrio. A veces paso a buscar a mi madre para traerla a comer a casa, y mientras voy manejando por la calle de la plaza están todos ahí armando una parrilla y una especie de escenario donde cada infradotado hace su numerito. Me encanta ir despacio y bajar la ventana para mirarlos, es desopilante, las mujeres con esas calzas color arcoiris, como si fuera el vómito de un unicornio, y los hombres con esas camisas indias que las deben comprar al por mayor; te juro que si no hubiera nacido ahí y no conocería la existencia de esa clase de calaña, pensaría que es una especie de fiesta de disfraces, o que simplemente es un grupo de dementes. Y lo peor de todo es que te echan esas miradas como si estuvieran desde un pedestal moral porque ellos están haciendo algo útil por el barrio, como si te estuvieran haciendo un favor, y vos solo fueras un hombre lamentable que no te interesa tu prójimo, o tu vecino. Para qué… si el prójimo es eso…Ya perdí la cuenta de la cantidad de veces que intenté convencer a mi madre de mudarla de allí. No esperé ni siquiera al entierro de mi padre que ya en el velorio estaba proponiéndole que se mude a un departamento que podría alquilarle cerca de casa. Pero no hay manera, a medida que se pone más vieja se va aferrando a ese lugar miserable. Por eso ahora ya me lo tomo con cierta gracia, para no decir resignación. Me limito a divertirme con esas formas de vida y ya no la jodo más a la vieja. Lo peor de todo es que a la vieja le gusta ir a esas fiestas en la plaza. Cada vez que puede, y cuándo yo no la llevo a mi casa, se va a pasar el día a la plaza. Yo le digo que no lo haga, que esos son todos unos lúmpenes pretenciosos. Y ella insiste ahí, sentada en el banco sobre un esquina, sola, nadie se le acerca, es como si fuera parte del paisaje. Porque además es eso lo que más me molesta de toda esa runfla; se dan aires de gente buena, del lado correcto del mundo, del lado luminoso de la vida, y por ejemplo a mi madre que es una pobre vieja sentada ahí no más, no le dan bola, no se le acerca nadie, así que a mi que no me vengan con eso de la inclusión y todas esas pajerías. Qué me vienen a decir a mi que ellos son las buenas personas, con buenos valores, y yo soy un estúpido que lo único que me importa es la guita. Dejame de joder. A mi no me van a venir con esa, porque yo la viví, y a vos te pasaba lo mismo en la primaria. Si no eras como ellos, si marcabas la mínima diferencia, con la ropa, o con tus juegos o con lo que carajo sea, automáticamente te convertías en un imbécil que no podía reconocer lo bueno de la vida; que tenía ese don de la vida sin merecerlo por no saber cómo disfrutarla correctamente. No, si yo los tengo re calados a estos tipos. Bueno, y a las minas ni hablar. Incluso es peor a veces, porque la indiferencia de las mujeres llega a ser más dolorosa por obvias razones. Por lo menos yo siempre me las pude arreglar en ese aspecto. Te acordás de cada novia que tenía. Y en la secundaria ni hablar, una más buena que la otra estaban. Pero bueno hasta que me casé y me puse gordo y bueno, ya está. Pero la pasé bien, sí. Y eso que yo nunca tuve la facha que tenías vos. Lo que te pasaba a vos es que estabas enganchado con Luciana, la mina del Petaca Zabala. Se te notaba a la distancia. Pero, ves, ahí tenés lo que te decía. Vos te pasaste, no sé, cuatro años de tu vida, dándole vueltas en tu cabeza una y mil veces, a ver si te le acercabas a hablar o no. Porque se supone que no hay que hacerse el vivo con las minas de otros. Sabés qué, que se vayan todos a cagar. Y para colmo, algo así como un año después de la secundaria, no sé por qué carajo, pero ya no se veían ni la jeta esos dos. Y vos te quedaste con las ganas, pero no me refiero a que te quedaste con las ganas de volteártela, lo que digo es que andá a saber lo que hubiera pasado, me entendés. Porque, supuestamente está mal meterse con la mina de otro, pero no se hace tan fácil de decretar una mala relación, me entendés. Tiene que ser algo extremo, como que el tipo la cague a palos, para que el otro, digamos el “pata de lana”, se convierta en un héroe reivindicable. Ahora, si el tipo es un imbécil, pero se toma la deferencia de no cagarla a palos, incluso a veces por desidia propia, la mina es intocable, y está condenada a vivir una vida miserable. Eso es lo que te digo, me entendés. Y los paladines de todas estas estupideces, son esos que se hacen los más liberales. Y no saben lo que se pierden. ¿Vos nunca te preguntaste qué hubiera pasado si te acercabas a hablarle, al menos una vez? Andá a saber. Mirá qué historias se pierde la clase media. Claro, porque este tipo de pruritos estúpidos no existe ni entre pobres ni entre ricos. En ese sentido se mantienen algo más románticos, en cambio la clase media es la que está como estupidizada por esos códigos morales de perogrullo. Es así como te la pinto. En nuestras épocas de juventud, era distinto. Todavía existía como cierta esperanza respecto de la clase media. Sí, los pobres, por naturaleza tienden a querer generar movimientos de cambio; es algo obvio. Y los ricos -de cuna rica te hablo-, fueron conservadores siempre, y en estos extremos siempre se suponía que la clase media equilibraba un poco estas fuerzas, de acuerdo a los momentos y así. Pero esto de que esté lleno de imbéciles con sus propios códigos morales, o como dicen ellos “sus verdades”… eso sí que es nuevo, mi amigo. Porque además se la pasan tirando esas pelotudeces disfrazadas de “verdades”, pero nunca se olvidan de aclarar, con toda indulgencia estúpida, que son solamente sus “verdades” propias y que no las intentan imponer a nadie, como si eso excusara mi repugnancia al oirlas, siendo que no hacen más que incrementar mi odio hacia ellos por lo estúpidos que son al creer que eso es posible, adoptando una pose de paladines del libre pensamiento. Lo decididamente conservador, vigilante y alcahuete de la clase media en estos tiempos, es realmente novedoso. No te rías, es en serio. Por eso te digo, vos hacé lo que quieras, metete donde se te cante el culo, pero a mi no me la cuentan.