Hete aquí un punteo de por qué vale la pena ver la miniserie Get Back dirigida por Peter Jackson en base al material de archivo grabado para la película Leti t Be estrenada en 1970.

1) El director Peter Jackson construye una historia que brinda una mirada completamente relevante y por mucho alejada a la del film Let It Be.

Me considero un gran conocedor —no digo experto sólo para hacerme el humilde— de los Beatles. Leí, escuché, miré y toqué todo lo que pude sobre ellos. No obstante, Let It Be es una película que vi una sola vez justamente porque no me movió nada o, peor, me resultó deprimente. No estoy seguro. Pero de repente sale todo este material de tres capítulos de dos horitas aprox cada uno y es bastante impresionante. Junto con los Anthologies, debe ser el material más zarpado que haya salido a la luz luego de su separación.

2) Queda súper bien reflejada la construcción de los temas y es clarísimo como cada uno de ellos va progresando desde versiones pobres a construcciones mucho más interesantes y movilizantes. Al mismo tiempo, el clima de los ensayos resulta ser determinante del devenir de cada canción. Toda la primera parte sucede en un estudio de filmación que ayuda a intensificar a la vez que escenificar la mala onda que había entre los cuatro. Los Beatles ya eran una llama a la que se le empezaba a acabar el combustible y entonces las cualidades del espacio en donde se sucedían los ensayos pasaban a ser claves. Igualmente, más allá del porqué, queda claro que la onda que hay entre los integrantes de una banda es algo vital para el resultado musical logrado. La música es energía materializada 100 por 100 y a eso no hay con qué darle. A veces puede ser al revés, el hecho de tocar un tema o zapar algo puede cambiar la onda, pero es más la excepción que la regla. Es muy difícil separar lo que suena de lo que une siente que suena. Si estas de mal humor, hinchade los huevos o algo por el estilo, es muy probable que toques algo que te suena a mierda y así se termina armando el círculo vicioso de caca. Ver que esto también sucedía con en estos pibes lo confirma y nos lleva al siguiente punto.

3) Aunque pueda haber cosas bizarras como por ejemplo un hare krishna en el estudio presenciando varios días de sesiones, Yoko pegada a Lennon todo el día o Peter Sellers víctima de los chistes de John, no obstante, se percibe una familiaridad con lo que uno está viendo, como si se tratase de situaciones potencialmente transitables o transitadas. Se repiten pifies, chistes, cambios en joda de la letra de las canciones, micrófonos que patean y mucha mucha paja de hacer cosas. Y, sin embargo, desde el minuto cero sabemos que estamos frente a cuatro chabones con algo especial. Sensación que no hace más que intensificarse a lo largo del film. Entonces, de repente, quedamos frente a la paradoja —que es leitmotiv del género fantástico— de algo familiar y extraño a la vez. Si se piensa bien, es una combinación que encaja muy bien con la cultura fordista de esos años “de oro” del capitalismo. El elemento extraño que rompe la monotonía del aburrimiento repetizante y mecánico del trabajo fordista. Al transmitir esto, seguramente la peli ayuda a entender por donde pasó la singularidad de los Beatles. Si hacemos un poco de zoom, la voz de Lennon (en y fuera de este disco) viene a marcar esa fragilidad que tranquilamente puede hacernos resonar las inseguridades y defectos de nuestra propia voz y al mismo tiempo asemejarse a una daga clavándose en algún punto medular. Es la fina receta de lo glorioso que es cercano a la vez. Nuevamente, el carácter aspiracional expresado en el ascenso social típico del estado de bienestar, tiene características similares. Un poco como esa sensación que uno tiene cuando escucha ciertos temas de los ‘60/ ‘70, por ejemplo Tiny Dancer de Elthon John, componer algo así hoy sería imposible y no solamente por el hecho obvio de que no habría nada novedoso.  Temas como ese tienen un componente que, a falta de un término mejor, voy a llamar optimista luminoso, que se refleja en el color del sonido, la composición y la expresividad de su compositor e intérprete. Sensación que hoy no sólo parece difícil de transmitir sino — justamente por eso— directamente de sentir. Por más genios, siempre son bichos de su época. O porque son capaces de condensarla, es que logran trascenderla.

4) En las primeras semanas, Harrison se hincha las pelotas del clima de mierda, de que no está pasando nada demasiado digno y, especialmente, de McCartney. Decide entonces irse de la banda y lo anuncia en el medio de un ensayo tal como si estuviese diciendo que se va a comprar puchos. Luego de eso, poca cosa opina el resto de los integrantes sobre el tema. De hecho, siguen ensayando como si nada. Quizás sea este el momento en donde más se siente el peso de las cámaras sobre sus cabezas, elemento de incomodidad que a su vez reflejan sobre nosotres —los espectadores—. Entonces, luego de alguna reunión infructuosa en lo de George, de la que el documental informa sobre su existencia (aunque no la vemos ni oímos), Lennon llega particularmente tarde a un ensayo y se va con Paul a tomar un café en un bar dentro del edificio. Entonces nos enteramos de que a Michael Lindsay-Hogg (director de Let It Be) se le había ocurrido la políticamente incorrecta idea de poner un micrófono escondido justamente en la mesa en donde se sientan Paul y John. Y pasamos a escuchar la grabación de una conversación inédita, en donde ellos no sabían que se los grababa, y que encima versa sobre un tema tan trascendental como Harrison yéndose de la banda ¡Y de esto nos enteramos más de 50 años después! Como por un tubo caemos al siguiente punto.

5) Aunque pudiese atribuírsele idiotez o incapacidad a Michael Lindsay-Hogg y genialidad a Peter Jackson e, incluso suponiendo la veracidad de esa aseveración, es evidente que tiene que ser algo más lo que permita explicar cómo, con la misma materia prima, el resultado entre Get Back y Let It Be pueda ser tan distinto y asimétrico. Y ahí volvemos a los 50 años que separan a esta serie de esa peli. Este documental de documental (Get Back) nos permite poner sobre relieve el poder de la retrospección a través de la historia, cómo el ejercicio de revisionismo histórico puede valer la pena.

6) Una de las cosas que queda clara al escuchar la conversación “oculta” entre John y Paul es que el hecho de que los estuvieran filmando claramente condicionaba sus actos y conversaciones. Y no podía ser de otra manera. Sin embargo, eso no significa que cuando las cámaras estaban encendidas los pibes estuvieran actuando. O, mejor dicho, si estaban actuando lo hacían con gran destreza. Lo cual dice más sobre lo que cada uno sentía mientras “actuaba”, que si lo que vemos es o no “real”. Si se quiere esa es la pregunta realmente interesante, actuar actuamos todos sea en la verdulería o en el set de filmación. En ningún momento dejan de ser genuinos, pero a la vez, son medio performers. Eso nos lleva a…

7) Son gente muy graciosa, Lennon especialmente. Tenían un mega poder de transformación de lo que les circulaba alrededor. Si esto es obvio en la discografía Beatle, también aparece por ejemplo en una zapada, en la que mientras tocan, Paul lee una nota sensacionalista sobre cuando George había dejado la banda. La capacidad de la serie de transportar el espíritu Beatle presente en su música a la pantalla es una de sus grandes virtudes. De hecho, coloca sobre relieve una vertiente por ahí no suficientemente observada sobre la naturaleza humorística de la banda. Porque, más allá de haber hecho algunos productos humorísticos, es probable que la forma de acercamiento a la materia prima a partir de la cual hacían arte (la vida misma) fuese humorística. Es decir, el humor como una forma particular de ver, aunque no necesariamente de producir. Esto es notorio, por ejemplo, en cómo boludean con los cambios de letras de las canciones. Y no tanto por el resultado más o menos gracioso conseguido, sino porque al joder con esto demuestran que ninguno se daba las ínfulas que pudiese haberse dado siendo un Beatle. Parece difícil hacer reír sin reírse de uno mismo primero. Y para ser gracioso probablemente necesites algo de inconsciencia.

8) Resulta súper interesante el papel de Mal Evans, una suerte de secretario/asistente de los miembros de la banda, al que le dictaban los cambios de las letras, le pedían café o que les fuese a comprar un moño (literal). Enumerado así, pareciera que estamos frente a una especie de lacayo víctima del maltrato de sus jefes rockeros estilo Pomelo de Capusotto. Sin embargo, sucede todo lo contrario: Mal Evans parece ser el único que puede participar del grupo cerrado de los cuatro Beatles, el único de su círculo íntimo que parece irremplazable y al que, además, siempre tratan súper bien. Esto queda claro por contraste, al ver lo que pasa con el resto de los seres que pululan por el estudio (incluso George Martin). Hay como un muro infranqueable que separa al círculo íntimo beatle del resto. Y esto no tiene por qué traducirse en situaciones de maltrato: el muro es de cristal, invisible y presente a la vez. Seguramente esto resalte la sensación de familia que se percibe entre ellos (Mal Evans incluido), resuena esa sensación de largo camino recorrido juntos, de historia en común, como una estela de familiaridad que une puede sentir cuando se encuentra con amigues de larga data donde, a pesar del tiempo sin verse, se palpa la sensación de que todo está en el mismo lugar donde lo dejaron en el último encuentro.

9) Queda un poco confirmada cierta forma de liderazgo llevada adelante por McCartney. Aunque esto puede ser una característica de esa época particular de la banda siendo que es seguro que Lennon ejerció ese rol durante cierto tiempo. No obstante, es claro que en el caso de John, el ejercicio de ese rol pasaba por otro lado, algo que llega a observarse en ciertos pasajes de la serie. Su carisma lo conducía por otros caminos de ejercicio del liderazgo y también, es justo reconocerlo, difícilmente tuviese la capacidad de trabajo, organización y metodismo de Paul. A su vez, los momentos en los que Paul ejerce un claro liderazgo, la onda no es la mejor y la música deja bastante que desear. Y no es un comentario bardero para con McCartney. Probablemente se ponía el traje de capitán de la embarcación cuando la tormenta acechaba y los caminos a tierra desaparecían en el horizonte. La perseverancia es parte necesaria del circuito de la genialidad. Seguramente aquí también se trasluce la sombra emitida por la ausencia de Brian Epstein. Hay cierta sensación de deriva, el proyecto Let It Be está todo el tiempo por naufragar e, incluso, nunca queda del todo claro en qué consiste. Es más, probablemente ni ellos lo tuvieran del todo claro. Es decir, se dan muchas conversaciones que no terminan en nada y —otra cosa que deja patente la serie— son las dificultades que tiene una banda de música de encontrar canales de comunicación verbales que no estén repletos de interferencia. La comunicación musical no tiene un sustrato consciente ni intencionadamente racional. Pasar de ella a un lenguaje verbal que versa sobre proyectos, metas y plazos es en extremo dificultoso, requiere de otras habilidades y de que cada uno de sus integrantes “cambie el chip”, se calce otra ropa. Y aun si eso sucediese, la química comunicacional no está para nada garantizada, casi como si se tratase de dos mundos paralelos que no se tocan.

10) Hay una importante cantidad de temas buenísimos que quedan fuera del disco. Y no solamente de Harrison. Algunos aparecen en Abbey Road y otros en sus posteriores carreras solistas. No hay explicación, más allá de algún que otro comentario, en ningún momento alguno dice “este tema no va”. Lo único que se nota es cierta inseguridad en George, sabiendo que tiene que superar “la prueba Lennon/McCartney”. Muchos temas, así como llegan desaparecen. Con la falta de entusiasmo basta y esto nos hace caer nuevamente en el tema de la energía. Elemento que se manifiesta a la hora de componer, así como a la hora de arreglar y tocar (una y otra vez en cada interpretación).

11) La potencia y la profundidad de la sociedad Lennon/McCartney se reconfirma. Parece como algo innato, pura magia que, aunque seguramente se nutra de su historia en común, tan fuerte es en su capacidad de generar una identidad, que da la sensación de ser instantánea, no deja rastros. Es muy claro cuando cantan juntos (mirándose uno al otro), una relación tan fuerte que termina por desembocar en el entrelazamiento perfecto de sus voces. Estaba claro al escucharlos, se confirma al observarlos.